PRÓLOGO
La
historia de España está repleta de personas sobresalientes, que en su tiempo,
tuvieron la extraordinaria capacidad de destacar por encima de sus
contemporáneos. Pero a su vez, su buen
hacer era proporcional a la envidia, la ingratitud e incluso el odio que
destilaban hacia él, personajes coetáneos con gran influencia, que obviaron,
minimizaron, ningunearon y despreciaron el genio y la capacidad de éstos. Este
trato tan injusto, ha hecho que muchos héroes Españoles hayan pasado con mucha
más pena que gloria por los libros de historia, en el caso de haber pasado.
El
Cid recoge en su persona, la esencia del espíritu que llevó a miles de personas
al campo de batalla, con el afán, por un lado de ganarse la vida, por otro de
ganarse la gloria y en un objetivo paralelo de ampliar territorios. Ese
espíritu imparable, tras la conquista de Granada siglos después, puso a los
españoles ante las puertas de la exploración y conquista de nada menos que todo
un continente, el Americano, llegando incluso la expansión hasta Asia; espíritu
que se fue trasmitiendo de generación en generación, desde la llegada del Islam
a la península.
Cuando
se habla de El Cid Campeador, hay quien piensa que no existió, que salió de la
imaginación de algún escritor o guionista de cine; otros dicen que era un
mercenario, que se vendía al mejor postor. Antes de nada, me gustaría aclarar
estos dos puntos. Rodrigo Díaz, también Rodrigo Díaz de Vivar; más conocido
como El Cid Campeador, fue una persona de carne y hueso, sobresaliente en su
tiempo, que destacó, de forma extraordinaria en el campo de batalla, como
estratega, y como guerrero en el cuerpo a cuerpo. Decir que, en el S-XI una
persona no relacionada con la iglesia ni de sangre noble, sabía leer y
escribir, es como decir hoy en día, que una persona domina la física cuántica,
por ejemplo; y Rodrigo sabía leer y escribir. Conocía las leyes de la época,
algo también extraordinario, por lo que había realizado labores de juez.
Lo han tachado de mercenario, que se vendía al
mejor postor, cuando esto no es cierto. Rodrigo luchó por el reino de León y
Castilla, al dividirse, luchó por Castilla (era burgalés) y con la unificación
de reinos, volvió a luchar por León y Castilla. En este punto llegó el
destierro, y como es natural, al obligarlo a emigrar, tuvo que ganarse la vida,
y un grandísimo guerrero como él, no iba a dedicarse a hacer pan o cultivar
lechugas; por lo que tuvo que buscar un señor al que servir. A pesar del
destierro, él tenía claro que no quería enfrentarse a su rey (de ser un
mercenario no sería leal a nadie) por lo que no podía ponerse a las órdenes del
rey pamplonés, por el riesgo de enfrentarse a Alfonso en las guerras de
frontera entre Pamplona y Castilla. Tampoco podía ponerse a las órdenes del rey
aragonés, ya que éste ambicionaba tierras de la taifa zaragozana, la cual era
defendida por Alfonso de León y Castilla y por lo tanto, había un riesgo
evidente a enfrentarse a él. En Hispania, le quedaban los condados de la marca
hispánica, así que se dirigió al más importante, el condado de Barcelona; pero
sus servicios fueron rechazados. Descartados todos los reinos cristianos de
Hispania, y ante la urgencia de dar de comer a la mesnada que le acompañaba,
sólo le quedó la opción de ofrecer sus servicios a la taifa de Zaragoza, una de
las más importantes, la cual conocía, por haberla defendido bajo la bandera de
Castilla del acoso del reino aragonés. Zaragoza no despreció un guerrero tan
formidable. Luchar por la taifa de Zaragoza, no significaba perder la fe
cristiana, y comenzar a rezarle a Alá. Durante la convivencia entre moros y
cristianos, hubo épocas en la península (ésta era una de ellas) en la que la
libertad religiosa estaba muy extendida, en especial en las Taifas. No se
luchaba por la religión, sino por el territorio.
LOS PRIMEROS PASOS DEL HÉROE
El origen
La llegada a la vida, es sin duda, uno de los temas que más
debate genera al analizar la vida de Rodrigo, ya que no hay una fecha clara de
nacimiento. Todo se deduce de datos secundarios. Algunos historiadores sitúan
el nacimiento de Rodrigo Díaz en 1043, mientras que otros no se arriesgan a
hilar tan fino y abren el campo entre los años 1043 y 1050. Para alguien no
aficionado a la historia, saber situar a Rodrigo en la segunda mitad del S-XI
es ya un gran paso. Siguiendo con las incógnitas en torno a Rodrigo, tampoco
sabemos con exactitud su lugar de nacimiento. Evidentemente, se le relaciona
con Vivar, en la provincia de Burgos, así lo atestiguan diferentes escritos,
pero en ninguno dice que allí nació, por lo que no se puede asegurar ese dato a
ciencia cierta.
Otra incógnita es el nombre de su madre, se cree que
pudiera llamarse María, pero no es seguro, aunque sí se conoce que venía de
buena cuna.
Diego Laínez, capitán de frontera del rey de León, fue el
padre de Rodrigo. Es muy probable que juntos, combatieran en la batalla de
Atapuerca, enfrentados los reinos de León y Pamplona. Esta batalla sería el
bautizo de Rodrigo en hechos de armas.
Su formación
Merced a los excelentes servicios
realizados por Diego Laínez en combate
para la corona, el rey de León, Fernando I permitió que Rodrigo acudiese a la
corte de Burgos para ser educado junto a sus hijos. Allí aprenden, desde el
arte de la guerra hasta la administración de propiedades, pasando por la organización
de ejércitos o la administración de
justicia. En seguida Rodrigo, destaca como soldado y como juez.
El reparto del reino
Fernando decide repartir el reino
entre sus tres hijos. Castilla será para el primogénito, Sancho; León para
Alfonso y Galicia junto con Portugal, para García. Durante la estancia de
Rodrigo en la corte, Sancho y él entablan una relación especial de camaradería.
Rodrigo contra Aragón
1064, Al-Muqtadir rey de Zaragoza necesita la ayuda
de León, al que le paga las parias. Está siendo hostigado por Ramiro, rey de
Aragón. Fernando envía a su hijo Sancho, que acude con sus huestes castellanas a
socorrer al zaragozano, y con él, viaja Rodrigo. La batalla se entabla en
Graus. Ramiro I, rey de Aragón tiene casi la victoria en su poder, pero es
asesinado por un musulmán infiltrado en sus filas. Muerto el rey, el ejército
aragonés se retira. La victoria es para el reino de Zaragoza y sus aliados
castellanos.
EL REINO DE LEÓN SE DIVIDE
El reparto
1065, muere Fernando I, rey de León.
Se hace efectivo el testamento. Además del reparto de tierras y por
consiguiente de títulos, los hijos del rey reciben también las parias, quedando
para Sancho, segundo de castilla, las de Zaragoza, para Alfonso las de Toledo y
García recibe las de Sevilla y Badajoz. Alfonso, y especialmente Sancho,
ambicionan volver a unir los reinos divididos por su padre, pero con la reina
madre en vida, se aplazan las hostilidades,
manteniéndose una tensa calma entre ellos.
El Campeador en la guerra de los tres Sanchos.
Sancho
quiere recuperar las tierras de castilla en Álava y Burgos que están bajo la
corona de Sancho Garcés IV, rey de Pamplona. Sancho Ramírez de Aragón quiere
extender su reino hacia el sur, a costa de Al-Muqtadir, rey de la taifa de
Zaragoza; la cual es defendida debido a las parias por Sancho II de Castilla. Ese
gazpacho de intereses da inicio a la guerra de los Tres Sanchos.
En esa lucha de frontera, Sancho de
castilla, se enfrenta a su primo, el rey Sancho Garcés de Pamplona por La
Bureba y las tierras de Oca. Se decide resolver la disputa con la fórmula
medieval de Riepto, mediante la cual, se evitaba entablar un conflicto armado
de importantes dimensiones. El Riepto, podía resolverse de tres maneras
diferentes, acordada una de las tres previamente; enfrentamiento entre
caballeros de los dos bandos mediante un torneo, una batalla en un punto
acordado entre los dos ejércitos, o el enfrentamiento entre los alférez de
ambos ejércitos. Escogen esta última fórmula, enfrentándose Jimeno Garcés,
alférez de Pamplona contra Rodrigo Díaz de Vivar, posiblemente alférez de
Castilla. Posteriormente, Rodrigo también se enfrenta en un duelo semejante a un
sarraceno de la corte del rey moro de Zaragoza, cuando éste se niega a pagar
las parias a Castilla. La victoria de Rodrigo en los dos enfrentamientos, lo
engrandece en la corte, pasando a ser conocido como “Campi Doctor”, el
Campeador; algo así como maestro en el campo de batalla. Hubo otros
enfrentamientos entre los tres Sanchos, pero irrelevantes para esta historia.
Momento dulce en la corte real
La gran relación que mantenía con el
rey Sancho II de castilla y sobre todo las grandes victorias en los duelos
anteriormente relatados, colocaron a Rodrigo en un distinguido lugar en la
corte de castilla. Portador de la bandera regia, al frente de todos los
caballeros del rey, posiblemente Rodrigo, como se comenta anteriormente, llegó
a ser Alférez real, la máxima distinción para un caballero infanzón, a parte de
la dignidad condal. Es en estos momentos, cuando El Campeador alcanza el mayor
reconocimiento dentro de la corte.
Lo que el Rey separa, la ambición lo une
Muerta la reina, empieza la rabia...; en Llantada
La muerte de la reina madre Sancha
de León en 1067 inicia las hostilidades entre los hijos del difunto Fernando.
Sancho, que se sentía perjudicado por el reparto que había realizado su padre,
hace un giro en su política militar dejando a su espalda oriente y poniendo a
punta de lanza los reinos de sus hermanos en poniente. No entendía que su padre
hubiera vuelto a dividir el gran reino que había formado. En Julio de 1068 Sancho,
rey de Castilla acuerda con su hermano Alfonso, rey de León, disputarse la
corona por el método de Riepto. En esta ocasión se acordará el enfrentamiento
entre las huestes de los dos reinos, Alfonso no se arriesga a enfrentar a su
alférez contra Rodrigo. Vence Castilla, pero sin lograr infringir daños
importantes a las tropas leonesas, ya que éstas se retiran antes de sufrir una
derrota mayor. En Llantada, a orillas del Pisuerga en Palencia, donde se
produjo el enfrentamiento, Sancho no ganó un reino porque Alfonso no cumplió lo
pactado, pero Rodrigo acrecentó su fama. Aquella batalla derivó en una débil
paz entre León y Castilla, la cual desembocó en una alianza que llevó a
conquistar el reino de García Fernández, el tercer hermano. Alfonso y Sancho se
repartieron en 1071 Galicia y Portugal.
Batalla de Golpejera
En enero de 1072, Golpejera,
provincia de Palencia, es testigo de la ruptura de la tensa paz mantenida entre
los reyes hermanos. La batalla es sangrienta, los dos reyes se lo juegan todo,
todo. De la descomunal batalla, sólo se conoce la enorme cantidad de pérdida de
vidas humanas y el desenlace; la victoria de Castilla. Rodrigo, convertido ya
en el mejor guerrero, estuvo a la altura y posiblemente su participación fuera
decisiva para la victoria final. Hay historiadores que dan por verosímil la
versión de algunas crónicas, donde se relata que durante la batalla, las tropas
leonesas pusieron entre las cuerdas a las castellanas, forzándolas a la
retirada. Alfonso desistió de perseguir a las desbandadas tropas castellanas, y
éstas reorganizadas de nuevo gracias a la insistencia de Rodrigo, retomaron la
lucha al amanecer cogiendo desprevenidas a las huestes leonesas, que habían
estado celebrando la victoria durante la noche. El desenlace, que es lo que
conocemos con certeza, conllevó la captura de Alfonso y su Alférez real, siendo
éstos desterrados finalmente a la taifa de Toledo.
El sitio de Zamora
Sancho unificó los reinos que su
padre había separado, pero el encargado de gobernarlos finalmente fue su
hermano Alfonso. Sancho va a morir. Algunos nobles leoneses se negaron a
aceptar a Sancho, especialmente la infanta Urraca, su hermana, que estaba a
cargo del gobierno de Zamora. Sancho tuvo que enviar a Rodrigo al mando de un
ejército para que rindieran las armas al rey. Pusieron sitio a Zamora en verano
de 1072, el cual se prolongó durante unos meses, hecho que hizo que Sancho
acudiera a Zamora. Se dice que Urraca estaba enamorada de Rodrigo y que debido
a esto, Sancho lo envió a parlamentar con su hermana; pero ni así cedió.
Finalmente, en octubre, Sancho murió durante el asedio. No se conoce si pudiera
haber sido algún objeto o arma arrojada desde la muralla, o si, como dice la
tradición, lo asesinó Vellido Dolfos a traición, Zamorano que había huido de la
ciudad, para ponerse a las órdenes del rey castellano. El desenlace, es el
levantamiento del cerco a la ciudad y el retorno de las tropas castellanas con
el cuerpo del rey difunto. Rodrigo pierde un rey, un amigo, su mayor valedor; y
con él, pierde un merecido estatus en la corte, que nunca volverá a conseguir,
a pesar de su inmensa valía.
Rodrigo, al servicio del Rey Alfonso VI
La jura de Santa Gadea
Alfonso recibe el apoyo de los
nobles, clérigos y magnates de León, Galicia y Portugal; e incluso de algunos
nobles de Castilla. Es coronado Rey. Pero para algunos castellanos, Alfonso era
sospechoso de la muerte de su rey, y es en ese momento donde la tradición puede
volver a mezclar de nuevo lo real de lo legendario; La jura de Santa Gadea. Para
ser aceptado por la nobleza castellana, Alfonso hubo de jurar ante Rodrigo y
varios nobles, que no había tenido nada que ver en la muerte de su hermano; así
hubo de hacer, sintiendo gran humillación.
Rodrigo se casa
A pesar del mal trago, Alfonso, que
de sobras conocía las virtudes de Rodrigo, las reconoce dándole un trato
preferencial. Tanto que le concede en matrimonio a Jimena Díaz, hija del Conde
de Oviedo y emparentada con la casa real, celebrándose la unión en 1074. En los
años siguientes, Rodrigo se dedica a administrar sus tierras y a atender como
juez en algunas disputas en el reino, enviado por el rey Alfonso.
Una misión de entidad
En 1079, Alfonso le encomienda la
tarea de cobrar las parias a la Taifa de Sevilla. Rodrigo acude a la ciudad de
los abbadíes, donde se entrevista con el rey Al-Mutamid. En este punto, los
sucesos vuelven a quedar algo confusos. A Sevilla llegan noticias de un
ejército hostil, está atacando la taifa sevillana. En virtud del acuerdo entre
León y Sevilla, ratificado por el pago de parias, Al-Mutamid pide a Rodrigo su
colaboración en la defensa de la Taifa. Las tropas que se adentran en territorio
sevillano son del último zirí de Granada, el rey Abdalá, acompañado por el
Conde de Nájera García Ordoñez y varios nobles castellanos y alaveses próximos
a Alfonso VI. ¿Por qué este ataque? ¿Interés de Alfonso VI en provocar la
disputa entre taifas y evitar su alianza? ¿Casualidad que se encontraran las
dos embajadas cristianas en las dos taifas cuando Abdalá decide atacar a
Al-Mutamid? ¿Quizás los cristianos están sirviendo como mercenarios al servicio
de Abdalá? No se conoce qué fue lo que provocó la situación. Rodrigo, al
conocer la participación de tropas castellanas en el avance enemigo, envía una
carta a éstos para que desistan del ataque, ya que en Sevilla se encuentran
también tropas castellanas, de las que está él al mando, y no dudarán en
combatir para defender la taifa de Sevilla, en virtud del acuerdo que tienen
por medio de las parias, Alfonso VI y Al-Mutamid. La respuesta es burlona, dejando
patente la nula intención de detener el ataque. Las tropas abbadíes, con el
refuerzo de las castellanas de Rodrigo, salen al encuentro de los granadinos.
En Cabra, Córdoba, se enfrentan los dos ejércitos, la derrota granadina es aplastante. El Campeador es un formidable guerrero
y mejor estratega. Las huestes castellanas del conde García Ordoñez son
apresadas. Este agravio, no será olvidado por García, a partir de ese momento,
no dejará de injuriar la figura de Rodrigo.
El destierro en Zaragoza
La enfermedad de Rodrigo
Toledo se rebela contra Al-Qadir,
rey de la taifa, que había acogido a Alfonso en su destierro. Para evitar que
Toledo caiga en manos de la taifa de Badajoz, Alfonso VI acude a sofocar la
rebelión y reponer a Al-Qadir en su puesto. Estamos en el año 1081. Alfonso asedia
Toledo y pide la ayuda de Rodrigo. Este, fuerte en el campo de batalla, muestra
en este momento debilidad; sufre una enfermedad que lo imposibilita y no puede
acudir a Toledo. Casi de forma paralela, las tierras de Rodrigo son saqueadas
por musulmanes, que roban un gran botín, además de secuestrar hombres para
venderlos como esclavos. Rodrigo, aun convaleciente, se interna en tierras del
reino de Toledo, asolando todo lo que encuentra a su paso, consiguiendo un
botín mayor del que habían a su vez saqueado en la incursión mora. A Alfonso
VI, con la atención puesta en el reino de Toledo, no le hace ninguna gracia
esta acción de Rodrigo. Es la oportunidad que tienen los enemigos de Rodrigo en
la corte, para malmeter. Se ha llegado a pensar que el ataque moro, ha sido
orquestado por los enemigos de Rodrigo en la corte de Alfonso. No se sabe, pero
la consecuencia es Ira Regia, castigo en el que cae en falta Rodrigo, el
destierro es la condena.
Rodrigo, ha de marchar de Castilla.
Con él, partirán al destierro cientos de caballeros de su mesnada. Su esposa
Jimena se quedará en castilla con sus hijos Diego, María y Cristina,
posiblemente en San Pedro de Cardeña.
Un hombre y un solo destino
¿Dónde exiliarse? Las opciones son
pocas, los reinos de Pamplona y Aragón quedan descartados, las probabilidades
de enfrentarse a su rey, Alfonso VI, si se ponen al servicio de estos reinos lo
desaconsejan. Así que la opción que les queda es ofrecerse a los condes de
Barcelona, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, gemelos, que habían
heredado el condado de su padre Ramón Berenguer I. Éstos rechazan los servicios
de El Campeador y sus huestes. Descartados los reinos cristianos, Rodrigo se
fija en la taifa zaragozana, poniéndose en contacto con Al-Muqtadir, rey de la
misma. Al contrario de los barceloneses, Al-Muqtadir se muestra encantado con
la ayuda de Rodrigo, el cual había alcanzado gran fama en toda Hispania. El
reino zaragozano era muy extenso, abarcando Lérida, Tortosa, Valencia, Denia y
por supuesto Zaragoza.
Es tiempo de acción
Al poco de ponerse Rodrigo, al
servicio de Zaragoza, Al-Muqtadir cae enfermo y muere. Su reino se divide entre
sus hijos, quedando Zaragoza para Al-Mutamin y Lérida, Denia y Tortosa para
Al-Mundir. Rodrigo, que se había puesto al servicio de Zaragoza, continúa
sirviéndola, ahora estando al frente Al-Mutamin. Pero Al-Mundir no está de
acuerdo con el reparto, quiere volver a reunificar el reino que su padre había
conseguido, por lo que declara la guerra a su hermano. Al-Mundir no puede enfrentarse sólo contra su hermano, por
lo que se pone en contacto con los condes de Barcelona y con Sancho Ramírez de
Aragón. Las tres partes buscan repartirse el sabroso bizcocho zaragozano.
Sólo conocer las tretas de su
hermano, en el verano de 1082 Al-Mutamín envía inmediatamente a Rodrigo hacia
la frontera con los territorios de Lérida, plaza fuerte de Al-Mundir. Rodrigo
se planta en el norte, asegurándose la fidelidad a Al-Mutamín de las plazas de la zona, en
especial Monzón. Parece ser que el ejército de Rodrigo se encuentra con el de
Sancho Ramírez, rey de Aragón; pero no hay enfrentamiento. Después de asegurar
la plaza de Monzón, Rodrigo viaja hacia el sureste, asegurando las plazas de
Tamarite de Litera, y Almenar, fortificando y dejando tropas en esta última y
prosiguiendo hacia el sur, pasando cerca de Lérida.
Almenar está en el corazón de
Lérida, por lo que el rey leridano, está obligado a mover ficha. Al-Mundir
asedia Almenar, para lo cual, pide ayuda a diferentes condes y caballeros catalanes, destacando el conde de
Barcelona y el de La Cerdaña. Una vez conocida la noticia del asedio, El
Campeador vuelve su lanza al norte, encaminándose a Almenar y enviando
mensajeros a Zaragoza para pedir refuerzos a Al-Mutamín. Éste se pone en marcha,
reuniéndose con Rodrigo. Al-Mutamín decide lanzar un ataque, pero El Campeador
le aconseja llegar a un pacto. Pagar un rescate por la plaza ahorraría vidas a
ambas partes. El zaragozano acepta y envían emisarios al cerco de Almenar, para
que levanten el asedio a cambio de “algunos dineros”. Convencidos de su fuerza,
las tropas leridanas y catalanas rechazan el rescate e insisten en el asedio.
Rodrigo, El Campeador, no lo duda y lanza un terrible ataque que devasta las
posiciones de los sitiadores obligando a éstas a huir. Las crónicas nos cuentan
que los capturados superaron a los huidos. El conde de Barcelona Berenguer
Ramón II cae en manos de El Campeador, habiendo de pagar un rescate para lograr
su libertad.
La traición de Rueda
En 1083, Rueda era una gran
fortaleza donde alojaban a prisioneros de Estado de la taifa de Zaragoza, y en
ella estaba recluido el antiguo rey de Lérida, Al-Muzaffar, depuesto por su
propio hermano Al-Muqtadir, padre de los actuales reyes. Al-Muzaffar convence
al gobernador de la fortaleza para que la entregue al rey de León, comprando de
esta manera la ayuda de Alfonso con la cuál recuperar la Taifa de Zaragoza. Las
tropas de León se dirigen a Rueda, pasando cerca de las huestes de Rodrigo, que
se encontraban en Tudela defendiendo la Taifa zaragozana de las incursiones
Pamplonesas y Aragonesas, pero Rodrigo, fiel a su rey, les permite el paso.
Llegados los leoneses a la fortaleza de Rueda, encuentran las puertas abiertas.
Confiados, comienzan a entrar siendo recibidos con una lluvia de flechas y
piedras mientras las puertas se cierran; quedando parte de las tropas de León
encerradas dentro. Fuera, impotentes, el resto de leoneses alcanzan a escuchar
los gritos de sus compañeros sufriendo en sus carnes el resultado de una
macabra traición. No pudieron hacer nada más que alejarse de allí, ya que los
gritos recriminadores e insultos que dirigieron a los defensores, fueron
contestados con más piedras y flechas. El gobernador, temeroso de la venganza
de Al-Mutamin, se había arrepentido a última hora y pensó que con esa cruel
acción, iba a redimirse de su falta. El resultado fue la pérdida para el reino
de León de grandes magnates castellanos como el conde
Gonzalo Salvadórez y el infante
Ramiro. Conocida la noticia, Rodrigo se puso inmediatamente en marcha y se
dirigió al encuentro de Alfonso VI, poniéndose a su servicio. El Campeador
escoltó al Rey hasta Castilla, Alfonso se había quedado en una difícil
situación, habiendo perdido a la mitad de las tropas en Rueda; un ejército
enemigo le hubiera vencido y apresado con facilidad. La escolta de Rodrigo fue
muy oportuna. No se conoce realmente los motivos, quizás Alfonso no fue todo lo
amable y agradecido que debiera, quizás, Rodrigo prefirió continuar siendo el
número uno después del rey en Zaragoza que un infanzón más en su tierra natal;
el caso es que cuando Alfonso le ofreció el perdón a Rodrigo, invitándole a
volver a sus tierras, Rodrigo declinó la oferta y volvió a Zaragoza.
Le llamaban El Cid
En
la primavera de 1083, los rudos montaraces aragoneses, como en otras
primaveras, iniciaron una campaña de hostigamiento con su rey Sancho Ramírez al
frente, tomando las fortalezas de Graus, Ayerbe, Bolea, Arascués y Arguedas.
Allí acudió Rodrigo con sus huestes, acosando a aragoneses mediante incursiones
de rapiña. Aprovechando la situación, Al-Mundir asedió también al reino
zaragozano desde el este, por lo que Al-Mutamin tuvo que mandar a El Campeador
a defender la frontera oriental. Debido a que Al-Mundir disponía de una
imponente fortaleza en Morella, desde la que acosar la zona oriental
zaragozana, Rodrigo decidió tomarla, pero al comprobar la dificultad, resolvió
levantar una fortificación en Olocau. Se quedó allí una guarnición para acosar
Morella y regresaron a Zaragoza, no sin antes obtener un cuantioso botín al
saquear toda la comarca. El asedio desde Olocau causó el daño deseado. Tanto
fue así que, Al-Mundir entabló conversaciones con Sancho de Aragón, de las cuales salió una alianza de
fuerzas que se dirigió a Morella para liberarla del acoso de las tropas de El
Campeador. Era el verano de 1084. Rodrigo les salió al paso entablándose una
batalla en la que salió victorioso Rodrigo. En el transcurso de la misma,
viéndose perdidos, el ejército aliado inició la retirada, siendo perseguido por
las huestes de Rodrigo. El número de presos fue enorme, encontrándose entre
ellos ilustres caballeros como el obispo de Roda, Raimundo Dalmacio.
La
victoria de Rodrigo fue celebrada con júbilo en Zaragoza y sus huestes
aclamadas durante la llegada a la capital.
En
Enero de 1085, el príncipe heredero de Zaragoza, Ahmad II Al-Mustain, hijo de
Al-Mutamin, se casa con una hija del regente de la Taifa de Valencia, Abu Bakr
Ibn Abd Al-Aziz. En esta dulce época para Rodrigo, fue cuando los soldados
musulmanes le comenzaron a llamar Sayyidim, “mi señor”, hispanizado como Sidi y
ya en lengua romance castellana Mío Cid.
La fortuna se vuelve contra El Cid
Pero
en mayo Alfonso VI conquista Toledo. Al-Qadir, facilitó la conquista y como
premio recibió el reino de Valencia. La expansión de Zaragoza se frenaba. A
comienzos de 1086 muere Al-Mutamin. Todo se le pone del revés a El Cid.
Tropas
Castellanoleonesas viajan a Valencia a asentar a Al-Qadir en el trono
valenciano y poco después, Alfonso inicia el asedio de Zaragoza.
El nuevo escenario
Los almorávides
Caída
la taifa de Toledo, el último abbadí de Sevilla, el último zirí de Granada y el
último aftasí de Badajoz, deciden pedir ayuda a un caudillo norteafricano,
Yusuf ibn Tashufin, líder de los almorávides; movimiento fundamentalista
musulmán, que nacido en el sur de Mauritania, se había extendido hacia el norte
de África, dominando una gran extensión. En junio de 1086, un enorme ejército
de bereberes, cruza el estrecho; al frente Yusuf. Los almorávides reciben
refuerzos de las taifas de Sevilla, Málaga, Granada y Almería y se internan en
la península. Alfonso, conocido el desembarco, levanta el cerco de Zaragoza y
marcha a defender Toledo.
La batalla de Sagrajas
Pero
Yusuf no marcha directo a Toledo, viajando al norte más al oeste. Alfonso
abandona Toledo y les sale al paso en Sagrajas, al noroeste de Badajoz. La
victoria musulmana es aplastante. Las crónicas hablan de pocos cristianos
supervivientes, entre ellos el propio Alfonso, que resultó herido y tuvo que
cabalgar junto a los pocos supervivientes 100 km hasta Coria durante toda la
noche para ponerse a salvo. Los almorávides decapitaron a los muertos y
heridos, haciendo una serie de montañas con las cabezas, donde subieron los
almuédanos para llamar a la oración. Después recogieron las cabezas en carros y
las repartieron por todas las ciudades del Al-Andalus para celebrar la
victoria.
La unión cristiana trae el perdón
La
hispana cristiandad volvía a estar en serio peligro. Su hegemonía ante los
musulmanes, volvía a tambalearse, el recuerdo del Caudillo Al-Mansur retornaba
a la península. Pero en un primer momento no fue así; Yusuf, tan rápido como
había llegado, se marchó. Su heredero había muerto y tenía que resolver los
problemas de sucesión en Marrakech. Quedaron 3000 almorávides dispuestos a
defender cualquier Taifa.
Alfonso
hizo un llamamiento a la cristiandad hispana y europea, llamando a la cruzada,
y aunque no hubo una cruzada propiamente dicha, llegaron caballeros con sus
huestes, en especial de Borgoña. En Hispania, Alfonso selló una alianza con el
rey de Navarra y Aragón, Sancho Ramírez, (rey de Aragón primero y
posteriormente también de Navarra tras el asesinato de su primo, Sancho Garcés
de Navarra) quien ya le había
proporcionado tropas en la batalla de Sagrajas; Alfonso, a cambio, cedería los
derechos de conquista del territorio de la Taifa de Zaragoza a Sancho.
El
llamamiento también llegó a Zaragoza, El Cid no dudó y acudió a la desesperada
llamada de su señor; viajando con sus huestes a Toledo. Alfonso lo recibe con
todos los honores, contento de volver a
contar con los servicios de su mejor guerrero. Le otorga, además, varias
fortalezas y castillos, volviendo a hacer de Rodrigo, uno de los principales
hombres del reino.
En tierras de Levantinas
Primera visita a Valencia
En
1087, Alfonso VI encomienda una misión a El Cid; se trata de viajar a Levante,
donde defenderá los intereses de León y Castilla. La misión tiene la
peculiaridad de que Alfonso le concederá con carácter hereditario, la propiedad
de todas las tierras y castillos que conquiste en tierra de moros.
Al-Qadir,
colocado como rey en Valencia por Alfonso, comienza a pasar dificultades, fortalezas
de su entorno se revelan. Al-Mundir, rey de la taifa de Lérida aprovecha la
situación y asedia Valencia. Al-Qadir, apurado, lanza una llamada de auxilio a
León y Zaragoza. El Cid, de camino a Valencia, para en Zaragoza, donde es
acogido con gran alegría por el rey de la Taifa Al-Mustain, hijo del difunto
Al-Mutamin. Para evitar el aumento de poder del leridano, el musulmán acompaña
a El Cid a Valencia; allí, el rey de Lérida, al enterarse del contingente que
se le viene encima, levanta el sitio. Valencia cierra las puertas a las tropas
leonesas, pero Al-Qadir sale a recibirlos con regalos. Al-Mustain, pide a Rodrigo que se
alíe con él para tomar Valencia, pero Rodrigo le contesta que sólo luchará por
León, Valencia pertenecía a Alfonso VI, debido a los tratados firmados.
Al-Mustain, ante la respuesta de El Cid, se vuelve a Zaragoza.
Rodrigo
comienza una campaña de acoso al reino de Valencia, asolando fortalezas
cercanas, gracias a la cual, además de desgastar las defensas de la zona, le
sirve para subsistir, ya que no depende directamente ya, de ningún rey. Pero el
panorama que le queda a Rodrigo no es muy halagüeño, Al-Mustain no renuncia a
Valencia. Debido al acoso a Murviedro (Sagunto), acude a la zona el rey de
Lérida, que toma posesión de la plaza, socorriéndola de esta manera. Rodrigo se
ve obligado a pactar con los tres frentes que tenía abiertos, convenciendo a
Al-Qadir de que no entregue Valencia a nadie, prometiendo su ayuda para
conquistar Valencia a Al-Mustain, y asegurando a Al-Mundir, rey de Lérida que
no le atacará.
En
1088 Rodrigo vuelve a Castilla, pasando una temporada. Viaja posteriormente a
Toledo, recibiendo instrucciones de manos de Alfonso. Allí conoce la noticia de
que Valencia se encuentra asediada por tropas barcelonesas del conde Berenguer
Ramón II, que aliado con el rey zaragozano, pretenden repartirse el pastel
valenciano.
Dueño de Valencia
Rodrigo
vuelve a Valencia y envía emisarios al campamento barcelonés, invitando al
conde Berenguer a levantar el asedio. En unas primeras conversaciones se niega,
pero al final, prudente, levanta el asedio y se marcha con sus tropas. El Cid
entonces, prosigue con la campaña de saqueo de la zona. Ante estas noticias,
Al-Qadir conviene con El Cid en la entrega de parias para pagar la protección
del reino de valencia ante cualquier enemigo. Albarracín y Murviedro también le
entregan parias; El Cid pasa a ser dueño de Valencia.
Vuelven los Almorávides
En
ese momento, a mediados de 1088, Yusuf ibn Texufin, líder de los Almorávides,
cruza de nuevo el estrecho. Tropas de Alfonso, se habían fortificado en el
castillo de Aledo hostigando la región de Murcia, El Cid acosaba la zona de
Valencia. Los señores locales no estaban dispuestos a soportar más la
situación, así que, unido a la insistencia del rey de Sevilla, habían vuelto a
conseguir la ayuda de Yusuf. De esta manera, las tropas Almorávides, junto a
los refuerzos peninsulares se personan en Aledo, asediando el castillo. Desde
el mismo asedio, los musulmanes lanzan razzias por territorios cristianos.
Conocida la noticia, Alfonso VI se pone en marcha para socorrer la fortaleza. Escribe
a El Cid para que se reúna con él en el camino a Aledo..., pero El Cid, no se
reúne con Alfonso. Se pone en camino sí, llegando a Onteniente, donde espera
noticias del paso de las tropas leonesas. Desde allí, se desplaza hacia Hellín,
en el interior, puede que buscando al ejército de Alfonso. Había quedado en
Villena, y posiblemente Rodrigo esperaba ponerse en marcha hacia allí, cuando
supiera del paso del rey por la zona, pero de alguna manera, el ejército de
Alfonso VI llega a Aledo sin que El Cid tenga noticias del paso de la comitiva
real. Rodrigo no cumple con su rey.
Nuevo destierro
La furia del Rey
Alfonso,
al llegar a Aledo no encuentra oposición, las tropas musulmanas han huido de la
zona; los reyezuelos moros peninsulares habían entrado en disputas entre ellos,
algunos incluso, se habían marchado del asedio. Yusuf el Almorávide, viendo
menguar sus tropas y conociendo la llegada de las tropas leonesas, había
decidido levantar el cerco, cansado y hastiado de las rencillas mantenidas
entre los musulmanes peninsulares, por lo que había vuelto a cruzar el
estrecho. El despiste de Rodrigo, no tiene consecuencias graves para Alfonso,
ya que no hubo enfrentamiento en Aledo, por lo que regresó a la corte sin
entrar en lucha, pero sí las tiene para El Cid.
Los
enemigos de Rodrigo en la corte, no dejan pasar la ocasión, malmetiendo contra
él. Alfonso VI se enciende de furia, acusando a Rodrigo de felonía y traición.
Le quita todas las posesiones que tiene en Castilla, le confisca todas las
ganancias e incluso apresa a su mujer e hijos. Rodrigo envía a la corte a un
hombre de confianza para que explique lo sucedido y que así entre el rey en
razón, retando además a un duelo a todo aquel que le acuse de traidor. Sólo
consigue la libertad de Jimena y sus hijos, no puede defenderse de las
acusaciones, nadie se atreve a aceptar el duelo de El Cid.
Dueño de Valencia, dueño de su destino
Este
segundo destierro, va a ser diferente, confiscadas en esta ocasión todas sus
posesiones, no dispone de medios para sustentar a su familia. Sin un señor al
que servir, ni del cuál depender, Rodrigo toma conciencia de su situación,
sintiéndose amo y señor de su destino y del de su gente.
En 1088 parte de Elche para marchar con su
mesnada a la fortaleza de Polop, en Denia, la cual asedian. La victoria sobre
Polop, les proporciona un magnífico tesoro. Se trasladan a la fortaleza de Ondara,
también en Denia donde pasan un tiempo.
La
siguiente escala es en Valencia, donde el campamento de El Cid es visitado por
numerosos emisarios, llegados de algunas fortalezas de la zona y del mismo
Al-Qadir, rey de Valencia, con diversos presentes. Castilla, vuelve a ser
señora de Valencia, pero no bajo el control de Alfonso VI de León, sino bajo el
gobierno de Rodrigo Díaz de Vivar.
Temor a El Cid
El
miedo a El Cid viaja rápidamente al norte, donde genera la alianza entre Lérida
y Barcelona. El ejército aliado, al mando de Berenguer Ramón II se instala
cerca de Calamocha, donde se incorpora a la alianza Al-Mustain, rey de
Zaragoza. Proponen a Alfonso VI su anexión, pero éste no acepta.
El
ejército aliado es muy superior a las tropas cidianas, por lo que El Cid traslada
el campamento a un lugar idóneo para la defensa, evitando el campo abierto.
Allí, recibe una carta, es del conde de Barcelona. La carta está llena de
bravuconerías y amenazas hacia El Cid. Éste le contesta en el mismo tono. Ante
el inminente ataque, El Cid ordena a varios de sus hombres que finjan desertar,
para, al ser presos, confesar en el interrogatorio que El Cid piensa huir
durante la noche a través de los montes cercanos, esto debe hacer que Berenguer
divida su ejército para evitar la fuga. Con parte de su ejército disperso por
las montañas intentando interceptar la huida de El Cid, Berenguer lanza su
ataque, sin ver que las tropas de Rodrigo cuentan con una posición ventajosa, y
que su ejército se ha reducido al tener que dividirlo. Rodrigo, en la batalla
cae del caballo, pero sigue luchando de forma valerosa junto con su ejército.
Tras varias horas de lucha, el ejército de Berenguer Ramón II está perdido,
obligándole a rendirse. El Conde, herido, es encadenado y dejado en la puerta
de la tienda de El Cid, el cual no le recibe hasta varios días después, cuando Rodrigo
está repuesto de sus heridas. Acuerdan un rescate. El Cid libera a los
prisioneros, y éstos, desde sus casas, envían parte del rescate y como buena
fe, para el pago del resto de rescate, envían también a familiares a modo de
rehenes. Finalmente El Cid decide perdonar lo que queda de pago y suelta a los
rehenes. La deuda queda zanjada.
De nuevo, cae enfermo
Rodrigo
levanta el campamento de Morella y se desplaza a la taifa de Zaragoza. En este
momento, lo que no consiguen sus enemigos, lo hace una enfermedad. Rodrigo
queda imposibilitado, derrotado por su dolencia. No se sabe si es la misma que
le aquejó y le imposibilitó de acudir al cerco de Toledo cuando Alfonso VI le
reclamó, pero el caso es que Rodrigo quedó una temporada fuera de combate.
Rodrigo y Berenguer, ahora son amigos
Repuesto,
conoce la nueva llegada de los almorávides a la península. Urgido de alianzas,
envía emisarios a la taifa de Zaragoza para congraciarse de nuevo con el rey
Zaragozano. Los emisarios de El Cid encuentran a Al-Mustain junto a Berenguer
Ramón II. Éste envía saludos a El Cid, invitándole a una larga amistad. Cuando
los emisarios trasladan los saludos de Berenguer a Rodrigo, éste recela en un
principio, pero al final acepta y devuelve las palabras cordiales. El conde de Barcelona, viaja al campamento de
El Cid, donde sellan un pacto de amistad.
Asentamiento peninsular Almorávide
Una nueva visita del almorávide Yusuf
Mientras
Berenguer y Rodrigo sellan su amistad, Yusuf in Texufin, emir de los
almorávides, inicia un nuevo desembarco en la península, no para ayudar a sus
coreligionarios; esta vez desembarcan para quedarse. Conquistan las taifas de
Granada y Málaga. Los reyes moros, viendo peligrar su independencia y
arrepentidos de haber confiado en los africanos, se ponen en contacto con
Alfonso VI, al que piden ayuda. Éste, no tiene otra opción que acudir, no por
ayudar a los musulmanes de Hispania, si no por defender sus territorios de los
almorávides.
Rodrigo y Alfonso, historia de desencuentros
Rodrigo,
se ve en la obligación de acudir en la ayuda de Alfonso, aun a riesgo de perder
lo conquistado en Valencia. Cuando Alfonso conoció la llegada de Rodrigo, le
recibió con todos los honores y caminaron juntos hasta Granada. Llegados allí,
Alfonso montó su campamento en Libriella, junto a las montañas, mientras que
Rodrigo lo hizo en un llano situado delante del campamento real, para proteger
al rey. Alfonso se enojó mucho al ver el emplazamiento que decidió Rodrigo, por
considerarlo muy atrevido, por entender que su intención era demostrar ser más
valiente que el rey. Durante los días que estuvieron acampados allí, Rodrigo y
sus huestes tuvieron que aguantar la denigración que hacia ellos destilaban las
huestes reales.
Al
parecer, Yusuf, una vez conquistadas las taifas del sur, había vuelto a África,
dejando tropas en la península, por lo que finalmente no hubo encuentro entre
los dos ejércitos. Enterado de esto, Alfonso volvió a Toledo. Pararon en una
fortaleza llamada de Úbeda, junto al Guadalquivir. Allí Alfonso, de forma
airada, volvió a verter acusaciones infundadas contra El Cid llegando a
insultarle. La situación llegó a tal extremo que Rodrigo decidió levantar el
campamento, para evitar un seguro enfrentamiento.
En
aquel punto, los dos ejércitos se separaron, el real hacia Toledo, el cidiano
hacia Valencia. Rodrigo retornó triste y molesto.
Expansión peninsular
Almorávide
Al frente de
las tropas almorávides que Yusuf dejó en la península, quedó Sir ibn Abu Bakr,
que continuó la conquista de las taifas moras. Cayeron Sevilla, Badajoz, Ronda,
Almería y Córdoba. También Abu Bakr, conquistó la fortaleza cristiana de Aledo,
quedando ya, sólo en tierras moras, el contingente formado por las huestes de
El Cid Campeador. Ante esta delicada situación, Rodrigo preparó a sus soldados,
reparó y mejoró la defensa de varias fortalezas estableciendo Peña Cadiella,
como cuartel general, fortaleza que preparó a conciencia. Dejó tropas en las
fortalezas y viajó a Zaragoza, pasando por Valencia, para acudir en ayuda de
Al-Mustain, que estaba siendo acosado por Sancho Ramírez de Aragón. Allí, hizo
de intermediario entre los dos reyes, logrando un tratado de paz entre Zaragoza
y Aragón.
Los problemas, internos, crecen para El Cid
El acoso del Rey
En 1092 Alfonso
exigió el pago de parias a todas las fortalezas que pagaban a El Cid, firmó una
alianza con Aragón y Barcelona y pidió la ayuda de Génova y Pisa. Valencia iba
a ser acosada por tropas castellanas, apoyadas desde el mar, por las flotas
genovesa y pisana. Mientras Aragón y Barcelona marchaban contra Murviedro y Tortosa,
también apoyados desde el mar. Sancho Ramírez y Berenguer Ramón II, sólo podían ayudar a Alfonso VI en los asedios
de Murviedro y Tortosa, puesto que habían firmado un pacto con Rodrigo, por lo
que no podían ayudar a Alfonso a marchar contra Valencia; Tortosa y Murviedro
no dependían de Rodrigo. La escuadra marina, tardó en llegar a Valencia. Sin
provisiones, las tropas de Alfonso tuvieron que levantar el cerco. Cuando las
naves llegaron a Valencia, recibieron la orden de marchar contra Tortosa, la
cual aguantó el asedio por tierra y por mar de tal manera que se tuvo que
levantar el asedio. El Cid seguía dominando Valencia.
La venganza de Rodrigo
Rodrigo, había
escrito al rey Alfonso VI para pedirle que no escuchara las voces que hablaban
mal de él, que le ponían en su contra de forma perversa, y añadía algo más, les
haría rendir cuentas personalmente. Y así fue. El Cid partió con un formidable
ejército hasta tierras del conde García Ordóñez, gobernador de La Rioja.
Llegaron a Alfaro, que conquistaron sin problemas. Allí recibieron la visita de
emisarios del conde riojano retándoles a una batalla en 7 días, en ese mismo
lugar. García Ordóñez reunió un ejército dos veces mayor del número que eran
las huestes cidianas desplazadas a La Rioja. Pero no hubo batalla. García
Ordóñez iba de farol, y cuando comprobó que Rodrigo estaba dispuesto a
presentar batalla se echó atrás. La Rioja quedaba libre para El Cid. Calahorra,
Nájera, Alberite, Logroño…, conquistadas, saqueadas, arrasadas…, no hubo
piedad. Todo quedó devastado. El botín fue enorme y lo que no se pudieron
llevar, fue quemado.
Nuevo perdón real
Zaragoza
recibió a las tropas cidianas como héroes. Al conocer los hechos, Alfonso VI,
lejos de enojarse aun más con Rodrigo, envió a Zaragoza, en verano de 1092,
emisarios para transmitirle su perdón. Alfonso no podía prescindir de un
guerrero tan formidable. Rodrigo, sin reproche alguno, aceptó el perdón real,
gracias al cual, se le restablecía todas las propiedades requisadas en su día,
pero su sitio ya no estaba en Castilla.
La ciudad de Valencia,
abre las puertas a Rodrigo
Las conquistas
peninsulares de Ibn Aisa, al frente de los Almorávides, envalentonan a los
partidarios Almorávides en Valencia que con el cadí de la ciudad Ibn Yahhaf al
frente se ponen en contacto con Ibn Aisa; ofreciéndoles la ciudad. Ibn Yahhaf
captura a al-Qadir, rey de Valencia, lo decapita y se pone al mando.
El Cid, ya de
vuelta por tierras valencianas, pone sitio
a la fortaleza de Yubayla, también conocida como de Cebolla, cercana a
Valencia y envía una misiva a Ibn Yahhaf, para que entregue la ciudad, pero Ibn
Yahhaf no cede. El asedio a Cebolla se espera largo, por lo que El Cid pide ayuda
en forma de víveres a las fortalezas colindantes. Para abastecer el campamento
cidiano, además, se saquean los campos valencianos, lo que provoca el enfado de
Ibn Yahhaf que pide de nuevo ayuda a los Almorávides. Éstos, no convencidos de
la fidelidad de éste a la causa Almorávide, se niegan a prestarle auxilio, por
lo que Ibn Yahhaf decide salir y enfrentarse a Rodrigo en campo abierto. Las
tropas de Ibn Yahhaf pierden la batalla.
Los Almorávides,
exigen el pago de las soldadas de sus tropas, para acudir a defender Valencia.
Ibn Yahhaf, apurado, ha de enviar el pago. El Cid, merced a sus espías, logra
enterarse del envío y lo captura. Paralelo a esto, la fortaleza de Yubayla cae,
por lo que El Cid queda a un paso de conquistar Valencia. El asedio de la
ciudad es largo, e incluso en ese tiempo, conviven con el peligro que genera la
aparición de al-Mustain, rey de Zaragoza, que ofrece sus servicios a Ibn
Yahhaf, pero finalmente, Valencia sucumbe ante el poder cidiano. Entre las
condiciones de la capitulación, El Cid exige la salida de las tropas
Almorávides de la ciudad, y de recibir las mismas parias que cobraba de
al-Qadir. Cuando El Cid entra en Valencia, concede a la ciudad un plazo de un
mes, para que las tropas del emir almorávide Yusuf acudan a expulsarlo, de no
conseguirlo, la ciudad se pondría en manos de El Cid. Se establece un
intercambio de cartas entre el castellano y el emir norteafricano en las que el
segundo le exige la salida de valencia y el primero le invita a visitar las tierras
valencianas.
Cidianos contra Almorávides, cara a cara
Encerrona contra El
Cid
Llegados a este
punto, se pidió a las fortalezas cercanas a Valencia que ayudasen a la causa
contra los almorávides. Alcira se negó, por lo que El Cid arrasó sus tierras.
Albarracín, no sólo se negó, si no que pidió ayuda a Sancho Ramírez de Aragón,
para conquistar Valencia. Pronto, las tierras de Albarracín fueron
acosadas por El Cid. Los designios de la vida, llevaron a El Cid y uno de sus
hombres, a encontrarse con una docena de caballeros enemigos, seis por barba.
La lucha fue terrible, durante la misma, Rodrigo recibió una casi mortal herida
en el cuello, que a punto estuvo de llevarle la vida, quedando endulzado el
trance por la victoria final.
Para cuando se
restableció de la grave herida, los almorávides estaban ya casi en puertas de
Valencia.
Traición valenciana
Lorca, sucumbe
ante los almorávides, también Játiva. Valencia ya siente la presencia
norteafricana. Rodrigo decide enfrentarse en campo abierto, sin esperar el
asedio, por lo que saca a sus tropas de la ciudad y se dispone para el
enfrentamiento. Los dos ejércitos están frente a frente. Si el poderoso ejército almorávide no es
suficiente, los valencianos han preparado una sorpresa. Sin esperar al inicio
de las hostilidades, cierran las puertas de la ciudad, dando de lado a las
tropas de Rodrigo. Una de las familias más poderosas y respetadas de Valencia,
los Ibn Wayid, partidarios de los norteafricanos, había conseguido el apoyo de
la ciudad, poniéndola en contra de Rodrigo.
Huída almorávide
Pero
inexplicablemente, el ejército almorávide se retira. Se desconocen el motivo de
la retirada, pero se especula con que no se esperaban que El Cid planteara una
batalla en campo abierto, enfrentarse a Rodrigo imponía mucho respeto.
Nuevo asedio
De nuevo se
encuentra El Cid ante las puertas cerradas de la ciudad de Valencia. Para el
asedio, Rodrigo se pone en contacto con las fortalezas cercanas a las que les
pide ayuda. Seis meses dura el asedio, en el que los valencianos pasan
muchísimas penurias. Ibn Yahhaf, ha vuelto a tener las riendas de la ciudad y
negocia la entrega de la ciudad con Rodrigo. Una de las condiciones es expulsar
a los Ibn Wayid. Rodrigo se encargará de recaudar los impuestos en la ciudad,
respetará las costumbres y se retirará a la fortaleza de Yubayla. Además, como
ya había hecho antes, El Cid les permite enviar emisarios a Zaragoza y a Ibn
Aisa, general almorávide, para pedir ayuda, dándoles de plazo 15 días para
recibir dicha auxilio. El 2 de junio de 1094 parten los emisarios. El 19 de
junio, sin haber recibido respuesta, Rodrigo pronuncia un discurso ante los
valencianos, haciendo posesión de la ciudad.
Ibn Yahhaf, que
tanto había jugado entre dos bandos, que había sido un cacique para los
valencianos, que tanto había engañado a Rodrigo, que había intentado ocultarle
a Rodrigo la parte del tesoro que se había quedado de al-Qadir..., finalmente, fue
ajusticiado.
El retorno almorávide
Desde Valencia,
Rodrigo inicia un acoso sistemático a todas las fortalezas cercanas que no se
ponen de su lado. Éstas, vuelven a pedir ayuda al emir Yusuf. Muhammad Ibn
Texufin, sobrino del emir, es nombrado gobernador de al-Andalus. Yusuf le
facilita un ejército de cuatro mil jinetes y le ordena reconquistar Valencia y
capturar vivo a El Cid Campeador. En octubre de 1094, un poderoso ejército
almorávide parte de Algeciras hacia Valencia.
Mientras,
Rodrigo, se puso en contacto con supervivientes de la batalla de Sagrajas, para
conocer las tácticas almorávides y sus armas. Mandó hacer a herreros vascos
escudos de hierro, combinados con madera. Estudió el terreno donde presentaría
batalla para añadir más ventaja a su ejército. También pidió ayuda a los reinos
cristianos.
Nuevo cara a cara
El enorme
ejército almorávide, apareció ante la vista de la ciudad. La presencia de
decenas de miles de guerreros norteafricanos con miles de caballos y camellos,
elefantes y torres de asalto, atemorizaron a la población valenciana. En este
punto, se dice que espías moros de Rodrigo, convencieron al ejército de
Muhammad que instalaran el campamento en el valle del Cuarte. Establecido el
campamento, Muhammad se acercó a las murallas de Valencia, donde exigió la
rendición de la ciudad. La lógica negativa recibida, hizo que el almorávide
ordenara colocar las torres de asalto ante la ciudad.
Dos versiones, una
batalla, una victoria
Una versión de
las crónicas dice que se estuvieron montando torres de asalto y preparando el
ataque y al cuarto día comenzó a llover. Era época de tormentas en el levante
peninsular. Comenzó entonces el ataque de Rodrigo, que mandó prender fuego a
las torres de asalto, las cuales ardieron a pesar de la lluvia. A continuación
atacaron al ejército sitiador, destrozándolo por completo. En la retaguardia,
en el campamento almorávide, aun restaba el grueso del ejército norteafricano,
al que no hubo de atacar. La riada que se produjo, ampliada por la rotura de
acequias tramada por Rodrigo, destrozó el campamento musulmán.
La otra
versión, cuenta que parte del ejército cidiano, se escondió, saliendo a recibir
a los almorávides una parte. En medio de la batalla, los cidianos iniciaron una
retirada que llevó a los almorávides que salieron en persecución, a una trampa
donde las tropas escondidas arrasaron por sorpresa a los almorávides. A la
llamada acudió Pedro de Aragón, que tras la muerte de su padre Sancho Ramírez
durante el sitio de Huesca, se convirtió en el nuevo rey, aunque lo hizo tarde.
Alfonso de León y Castilla, conoció la victoria de camino, por medio de los
presentes que El Cid le envió, extraídos del botín de guerra, por lo que
decidió no llegar hasta Valencia.
Cerco Almorávide
Liberada Valencia,
El Cid se dedicó a ocupar todos los castillos y fortalezas cercanas, en las que
aun se conservaba parte del enorme tesoro de al-Qadir.
Pero el emir Yusuf no estaba dispuesto a renunciar
a Valencia. Sus ejércitos continuaron
con la conquista de las taifas peninsulares, cayendo Badajoz y Lisboa en el
mismo 1094.
Más dialogante
que su padre, Pedro de Aragón pacta con Rodrigo un acuerdo de ayuda mutua en
caso de ataque cristiano o musulmán.
A finales de
1096, Pedro I conquista Huesca, y en diciembre recibe la petición de ayuda de
El Cid. Un inminente ataque almorávide está a punto de producirse. Pedro I, al
frente de un ejército, acude a la llamada de Rodrigo.
Derrota de Consuegra
Estamos en
1097, también Alfonso, de León y Castilla, sufre el acoso musulmán, teniendo
que enfrentarse a éstos en Consuegra. Sin aprender de la derrota de Sagrajas,
comete fallos similares que le llevan al desastre; sufriendo una nueva y
ruinosa derrota. Para El Cid, único líder cristiano capaz de vencer a los
almorávides, la noticia de la derrota cristiana en Consuegra le llega
acompañada por el anuncio de la muerte de su único hijo varón, Diego. Había
viajado a la corte de Alfonso, al frente de un contingente cidiano para
apoyarle militarmente, perdiendo la vida en la batalla.
El Cid frente a
Almorávides, de nuevo
Paralelo a
esto, el frente almorávide en levante no se detiene, habiendo de viajar al sur
el ejército cidiano-aragonés. En la fortaleza de Bairén, cerca de Játiva y
Gandía, se encuentran con Muhammad ibn Texufin, derrotado en Cuarte, respaldado
por un impresionante ejército almorávide. Con el mar al este y las montañas al
oeste, el ejército cristiano queda semiencerrado. Es el momento que estaba
esperando el acechador ejército almorávide. Mandando recibir apoyo desde el
mar, Ibn Texufin, inicia un terrible ataque contra la alianza cristiana, desde
mar, y desde la altura que le proporcionaban las montañas al oeste. El ejército
cristiano, con importantes bajas, comienza a decaer, pero es de nuevo el
espíritu vencedor de Rodrigo, el que con su retórica, levanta la moral de los
guerreros cristianos, lanzando una arenga a todos los caballeros, recorriendo de norte a
sur el semi-hundido ejército aliado.
Finalmente, la
alianza cidiano-aragonesa, consigue salir del estrecho en el que se
encontraban, iniciando un terrible contra-ataque, que devasta al ejército
almorávide y lo obliga a retirarse. Se inicia entonces, una persecución mortal
contra los huidos que termina con el campamento almorávide vacío, quedando sus
tesoros a merced de los aliados. Rodrigo sólo cuenta por victorias las batallas
frente a los africanos.
Contentos por
la victoria, pero tristes por haber estado a punto de caer en la batalla, la
alianza cristiana toma rumbo a Valencia. Llegan noticias de la sublevación de
la fortaleza de Montornés. Allí se dirigen los dos ejércitos, rindiendo la
plaza. Era febrero de 1097, y en ese punto se separan cidianos de aragoneses.
El fin de una leyenda
Últimas acciones de
Rodrigo
Los movimientos
almorávides en levante, llevan al alcaide de Játiva, Abu-I-Fath a dirigirse con
un ejército a reforzar la fortaleza de Murviedro, actual Sagunto. Reforzada de
esta manera, los almorávides pueden asolar toda Valencia haciéndose fuertes en
Murviedro.
Al enterarse de
este movimiento, El Cid sale inmediatamente tras el ejército de Abu-I-Fath, el
cual, al verse perseguido se refugia en el castillo de Almenara. Las huestes de
Rodrigo, con él a la cabeza, asedian el castillo, rindiendo la plaza. Murviedro
es el próximo destino y allí se dirigen las huestes cidianas.
El asedio a la
fortaleza es largo y terrible. El Cid manda hostigar día y noche la fortaleza
con máquinas de guerra, hasta que logra rendirla. Conquistada la plaza, comienzan a prepararla para defenderla de un
futuro ataque almorávide.
Finaliza una increíble
vida
Dueño de una
gran parte de Valencia, para agradecer tamaña gesta, Rodrigo manda levantar, en
lo que era la mezquita mayor de Valencia, una iglesia en honor a Santa María
Virgen, ofreciéndole un cáliz de oro y varios tapices tejidos con seda y oro.
Es el año 1098.
Había
casado a su hija Cristina con Ramiro,
infante de Navarra, nieto del rey García de Pamplona e hijo del infante Sancho,
muerto en la emboscada de Rueda. Su otra hija María, finalmente la casó con
Ramón Berenguer, conde de Barcelona. Las futuras monarquías hispánicas,
llevarán la sangre de Rodrigo.
En el verano de
1099, muere Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador. Se desconoce el motivo de
su muerte, aunque con toda probabilidad no fue de manera violenta. La
enfermedad que tanto había aquedado a Rodrigo, pudo haber sido la causa.
Jimena, esposa
de Rodrigo, que por derecho le corresponde la herencia de su marido, se pondrá
al frente de la defensa de Valencia.
Y después...
El ejército
almorávide, no da tregua e intenta de nuevo la conquista de Toledo. Es la
primavera de 1099. Toledo aguanta y los musulmanes han de retroceder. Al año
siguiente, vuelven a la carga, Alfonso VI les sale al paso, pero los
almorávides le tienen tomada la medida, Alfonso no aprende. La victoria norteafricana
es total, de nuevo, pero no pueden conquistar la ciudad de Toledo.
Ahora estamos
en el año 1101 y al mando del emir Mazdali, nuevas tropas almorávides cruzan el
estrecho. En esta ocasión, las puntas de las flechas musulmanas dirigen su
punto de mira a Valencia, la cual asedian en septiembre. Los cidianos aguantan, llegando la primavera
del 1102. Jimena pide ayuda a Alfonso VI, que no vacila y envía un ejército que
hace huir a los musulmanes. Después de inspeccionar durante largo tiempo las
defensas de Valencia, Alfonso toma la determinación de abandonarla. Finalmente
evacúan Valencia y la queman. Los restos de Rodrigo que habían permanecido
descansando en la iglesia erigida por él en Valencia, serán trasladados al
monasterio de San Pedro de Cardeña .
Valencia caerá
en manos almorávides.
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