viernes, 7 de marzo de 2014

La España de El Cid



Cuando quise, desde mis modestos conocimientos, plasmar en este blog la vida de El Cid Campeador; me di cuenta de que, si alguien quiere saber a cerca de Rodrigo Díaz de Vivar, debe conocer un poco la España en que vivió. Por eso, antes de leer el relato de la vida de El Cid, es muy aconsejable leer las siguientes líneas.


La España que acoge a Rodrigo, segunda mitad del siglo XI, es una España dividida en reinos. En el tercio norte cristianos, los dos tercios restantes musulmanes. Los reinos cristianos eran dos, el de León y el de Pamplona. En el noreste peninsular se habían formado diversos condados, derivados de la antigua “Marca Hispánica”, barrera de territorios que Carlomagno había formado en el sur de los pirineos para frenar el empuje musulmán. Los reinos musulmanes, conocidos como reinos de taifas, nacieron de la descomposición del Califato de Córdoba. La división del califato, hizo perder el poder militar al islam español, cediendo al empuje cristiano. A pesar de ello, todos los reinos de taifas luchaban por heredar la hegemonía de esplendor y riqueza del Califato Cordobés.


El Reino de León comprendía, aproximadamente la actual Galicia, norte de Portugal, Asturias, Cantabria y parte de lo que hoy es el norte de Castilla y León. Se disputaba con Pamplona  parte de Burgos, Vizcaya, Álava y la Rioja. Durante esta segunda mitad del S-XI, Alfonso VI extenderá la frontera del Reino de León hasta el Tajo, gracias a las conquistas de Coimbra, Coria y Toledo.  Por su parte, también de manera aproximada, Pamplona comprendía Guipúzcoa y el norte de la actual Navarra. En cuanto a los condados nacidos de la marca hispánica, Aragón compartía dinastía con el reino pamplonés y comenzará a expandirse hacia los condados de Sobrarbe y Ribagorza. De los condados nacidos en la actual Cataluña; Pallars, Urgell o Ampurias, comenzaba a sobresalir la casa Condal de Barcelona, en torno al eje Barcelona-Gerona-Ausona. De los reinos de taifas, podemos destacar Sevilla, Zaragoza, Granada, Badajoz y Valencia. Debido a la pérdida de hegemonía militar de las Taifas, éstas comenzaron a pagar una especie de impuesto de protección a los reinos cristianos. Este impuesto, llamado Parias, permitía a las Taifas asegurarse el apoyo militar del rey cristiano al que pagaban, ante ataques de otros reyes o condes cristianos, o de otras Taifas. La enemistad entre Taifas, surgía de la pugna que mantenían entre ellas por heredar el esplendor del Califato de Córdoba. Ninguna cedía al control de otra y siempre había la que ambicionaba riquezas o territorios del resto. Por su parte, los reinos cristianos también se enfrentaban entre ellos, bien porque deseaban territorios de otros reinos, bien porque se creían con derechos a determinadas zonas, bien porque defendían a una Taifa del ataque de otro reino cristiano…etc. El caso es que la religión, no era requisito imprescindible para el enfrentamiento ni para la unión entre los reinos peninsulares. Pero todo esto cambió.


Ramiro, primer Rey de Aragón, inicia una expansión de su reino que le lleva a anexionarse diversos territorios pamploneses, aprovechando la muerte del Rey García de Pamplona. Hacia el este, se anexiona Sobrarbe y Ribagorza. Lo siguiente, continuar hacia el sur, donde plazas moras impiden su avance. Graus es su objetivo, pero muere en el intento. Sancho Ramírez, hijo de Ramiro, hereda de su padre, el trono aragonés y su obstinada idea de expansión. Las tropas castellanas del conde Sancho, hijo de Fernando El Magno, rey de León, en virtud del acuerdo de parias, habían ayudado a Al-Muqtadir a vencer en Graus a Ramiro. Esa lección no se le va a olvidar a Sancho Ramírez. Así que, treinta años antes de que se llamara a la Cruzada para reconquistar Jerusalén para el cristianismo, Sancho Ramírez, rey de Aragón, después de pedir el consentimiento al Papa Alejandro, hace un llamamiento a todo el cristianismo para la lucha armada contra el islam. La primera cruzada aparecía así en la historia en 1064. Gracias a esta jugada, ningún reino cristiano puede intervenir, si no es a favor de los cruzados; pero es que además, a la llamada acuden contingentes armados europeos, sobre todo normandos y francos. El conde de Urgell, aliado de Aragón no falta a la cita. También va a acudir el obispo de Vic, con sus huestes. La victoria es para los cristianos. Armengol III, conde de Urgell y cuñado de Sancho de Aragón, queda al mando de Barbastro, en nombre del Rey de Aragón.


Pero los musulmanes, que ya habían usado la fórmula del llamamiento a la defensa de la fe islámica en décadas anteriores, retoman esta idea. El llamamiento a la Yihad es un éxito, la reconquista para Zaragoza de Barbastro se consuma, vuelve a ser mora.


Para los reinos musulmanes la victoria en Barbastro es un espejismo, las rencillas entre ellos no terminan, las parias que pagaban la Taifas a los reinos cristianos las consumen, obligaban a éstas a absorber a Taifas más débiles, a luchar entre ellas por ricos valles, prósperos territorios para financiarse. Continúa de esta manera  la descomposición en la península del poder musulmán. Esto, y el acoso de los reinos cristianos, hizo que algunos reyezuelos musulmanes se pusieran en contacto con Yusuf ben Tashfin, líder de los almorávides, movimiento ultrareligioso musulmán, que se había extendido desde el sur de Mauritania hasta la actual Marruecos. Haciendo un llamamiento a la Yihad, algunos reyezuelos musulmanes del Al-andalus, intentaron, gracias al poder militar almorávide, unir todos los reinos musulmanes para marchar contra los cristianos. Apelando a la fe, los musulmanes hispanos, intentaron dar un vuelco a la situación de hegemonía militar cristiana. La España mora abre la puerta a los almorávides.


Paralelamente, en los reinos cristianos estaba naciendo el feudalismo. Los señores de la tierra, cada vez tienen más poder.

Todo empieza en los inicios de la reconquista. La gente de a pie que vive en el campo, lo hace en condiciones de servidumbre. Al sur, los reinos cristianos están reconquistando tierras, pero éstas, sin colonos, no se pueden ocupar. ¿Quién se va a exponer a trasladarse al sur, a la frontera con los reinos musulmanes? ¿Quién está dispuesto a arriesgarse a sufrir el ataque y saqueo (Razzia) de un contingente moro? Para compensar el riesgo, a estos pioneros se les va a conceder condiciones especiales. Van a ser dueños de la tierra. Estos campesinos, por su condición de fronterizos, serán además guerreros ya que tendrán que defenderse de las razzias moras.

La nobleza militar empezará también a recibir tierras, a cambio de los servicios prestados en combate. No serán los únicos, la iglesia, también se verá beneficiada de la misma manera, gracias a las donaciones. Las tierras entregadas a la nobleza y a la iglesia, necesitarán de colonos. Para atraerlos, se les concederán privilegios especiales, que no gozan en el norte. Los pequeños propietarios, por si solos, no pueden defenderse, ya no sólo de las razzias, si no de señores más poderosos que ambicionan sus tierras. Necesitan de señores con capacidad militar más fuerte. Así, el pez grande se come al pequeño. Para ser defendido por un señor, el campesino ha de pagar un tributo, el cual se consigue mediante las cosechas. El año de malas cosechas, no se puede pagar el tributo…, los campesinos, poco a poco pierden las propiedades de las tierras. Los señoríos comienzan a crecer. Surge el feudalismo.



Nuevas clases sociales intermedias aparecen. Los infanzones y caballeros. Los infanzones eran descendientes de la nobleza, segundones que no habían heredado el título de sus padres. Los caballeros eran guerreros que gracias a su poder adquisitivo, podían permitirse disponer de caballo e instrumental guerrero. De esta manera, pasaban a ser de profesión guerreros. Si conseguían fama en el campo de batalla, el señor podía concederles el estatuto de infanzones (pequeña nobleza). Por méritos en el campo de batalla, el infanzón podía incluso conseguir la dignidad condal.



Muy a grandes rasgos, esta es la España que acoge a El Cid, una España de muchos reinos y condados, una España de muchos condados y reinos.

jueves, 6 de marzo de 2014

Rodrigo Díaz de Vivar; El Cid Campeador

PRÓLOGO

La historia de España está repleta de personas sobresalientes, que en su tiempo, tuvieron la extraordinaria capacidad de destacar por encima de sus contemporáneos.  Pero a su vez, su buen hacer era proporcional a la envidia, la ingratitud e incluso el odio que destilaban hacia él, personajes coetáneos con gran influencia, que obviaron, minimizaron, ningunearon y despreciaron el genio y la capacidad de éstos. Este trato tan injusto, ha hecho que muchos héroes Españoles hayan pasado con mucha más pena que gloria por los libros de historia, en el caso de haber pasado.
El Cid recoge en su persona, la esencia del espíritu que llevó a miles de personas al campo de batalla, con el afán, por un lado de ganarse la vida, por otro de ganarse la gloria y en un objetivo paralelo de ampliar territorios. Ese espíritu imparable, tras la conquista de Granada siglos después, puso a los españoles ante las puertas de la exploración y conquista de nada menos que todo un continente, el Americano, llegando incluso la expansión hasta Asia; espíritu que se fue trasmitiendo de generación en generación, desde la llegada del Islam a la península.
Cuando se habla de El Cid Campeador, hay quien piensa que no existió, que salió de la imaginación de algún escritor o guionista de cine; otros dicen que era un mercenario, que se vendía al mejor postor. Antes de nada, me gustaría aclarar estos dos puntos. Rodrigo Díaz, también Rodrigo Díaz de Vivar; más conocido como El Cid Campeador, fue una persona de carne y hueso, sobresaliente en su tiempo, que destacó, de forma extraordinaria en el campo de batalla, como estratega, y como guerrero en el cuerpo a cuerpo. Decir que, en el S-XI una persona no relacionada con la iglesia ni de sangre noble, sabía leer y escribir, es como decir hoy en día, que una persona domina la física cuántica, por ejemplo; y Rodrigo sabía leer y escribir. Conocía las leyes de la época, algo también extraordinario, por lo que había realizado labores de juez.
 Lo han tachado de mercenario, que se vendía al mejor postor, cuando esto no es cierto. Rodrigo luchó por el reino de León y Castilla, al dividirse, luchó por Castilla (era burgalés) y con la unificación de reinos, volvió a luchar por León y Castilla. En este punto llegó el destierro, y como es natural, al obligarlo a emigrar, tuvo que ganarse la vida, y un grandísimo guerrero como él, no iba a dedicarse a hacer pan o cultivar lechugas; por lo que tuvo que buscar un señor al que servir. A pesar del destierro, él tenía claro que no quería enfrentarse a su rey (de ser un mercenario no sería leal a nadie) por lo que no podía ponerse a las órdenes del rey pamplonés, por el riesgo de enfrentarse a Alfonso en las guerras de frontera entre Pamplona y Castilla. Tampoco podía ponerse a las órdenes del rey aragonés, ya que éste ambicionaba tierras de la taifa zaragozana, la cual era defendida por Alfonso de León y Castilla y por lo tanto, había un riesgo evidente a enfrentarse a él. En Hispania, le quedaban los condados de la marca hispánica, así que se dirigió al más importante, el condado de Barcelona; pero sus servicios fueron rechazados. Descartados todos los reinos cristianos de Hispania, y ante la urgencia de dar de comer a la mesnada que le acompañaba, sólo le quedó la opción de ofrecer sus servicios a la taifa de Zaragoza, una de las más importantes, la cual conocía, por haberla defendido bajo la bandera de Castilla del acoso del reino aragonés. Zaragoza no despreció un guerrero tan formidable. Luchar por la taifa de Zaragoza, no significaba perder la fe cristiana, y comenzar a rezarle a Alá. Durante la convivencia entre moros y cristianos, hubo épocas en la península (ésta era una de ellas) en la que la libertad religiosa estaba muy extendida, en especial en las Taifas. No se luchaba por la religión, sino por el territorio.

LOS PRIMEROS PASOS DEL HÉROE

El origen

La llegada a la vida, es sin duda, uno de los temas que más debate genera al analizar la vida de Rodrigo, ya que no hay una fecha clara de nacimiento. Todo se deduce de datos secundarios. Algunos historiadores sitúan el nacimiento de Rodrigo Díaz en 1043, mientras que otros no se arriesgan a hilar tan fino y abren el campo entre los años 1043 y 1050. Para alguien no aficionado a la historia, saber situar a Rodrigo en la segunda mitad del S-XI es ya un gran paso. Siguiendo con las incógnitas en torno a Rodrigo, tampoco sabemos con exactitud su lugar de nacimiento. Evidentemente, se le relaciona con Vivar, en la provincia de Burgos, así lo atestiguan diferentes escritos, pero en ninguno dice que allí nació, por lo que no se puede asegurar ese dato a ciencia cierta.
Otra incógnita es el nombre de su madre, se cree que pudiera llamarse María, pero no es seguro, aunque sí se conoce que venía de buena cuna.
Diego Laínez, capitán de frontera del rey de León, fue el padre de Rodrigo. Es muy probable que juntos, combatieran en la batalla de Atapuerca, enfrentados los reinos de León y Pamplona. Esta batalla sería el bautizo de Rodrigo en hechos de armas.

Su formación

Merced a los excelentes servicios realizados por Diego  Laínez en combate para la corona, el rey de León, Fernando I permitió que Rodrigo acudiese a la corte de Burgos para ser educado junto a sus hijos. Allí aprenden, desde el arte de la guerra hasta la administración de propiedades, pasando por la organización de ejércitos o  la administración de justicia. En seguida Rodrigo, destaca como soldado y como juez.

El reparto del reino

Fernando decide repartir el reino entre sus tres hijos. Castilla será para el primogénito, Sancho; León para Alfonso y Galicia junto con Portugal, para García. Durante la estancia de Rodrigo en la corte, Sancho y él entablan una relación especial de camaradería.

Rodrigo contra Aragón

 1064, Al-Muqtadir rey de Zaragoza necesita la ayuda de León, al que le paga las parias. Está siendo hostigado por Ramiro, rey de Aragón. Fernando envía a su hijo Sancho, que acude con sus huestes castellanas a socorrer al zaragozano, y con él, viaja Rodrigo. La batalla se entabla en Graus. Ramiro I, rey de Aragón tiene casi la victoria en su poder, pero es asesinado por un musulmán infiltrado en sus filas. Muerto el rey, el ejército aragonés se retira. La victoria es para el reino de Zaragoza y sus aliados castellanos.

EL REINO DE LEÓN SE DIVIDE

El reparto

1065, muere Fernando I, rey de León. Se hace efectivo el testamento. Además del reparto de tierras y por consiguiente de títulos, los hijos del rey reciben también las parias, quedando para Sancho, segundo de castilla, las de Zaragoza, para Alfonso las de Toledo y García recibe las de Sevilla y Badajoz. Alfonso, y especialmente Sancho, ambicionan volver a unir los reinos divididos por su padre, pero con la reina madre en vida, se aplazan las hostilidades,  manteniéndose una tensa calma entre ellos.

El Campeador en la guerra de los tres Sanchos.

Sancho quiere recuperar las tierras de castilla en Álava y Burgos que están bajo la corona de Sancho Garcés IV, rey de Pamplona. Sancho Ramírez de Aragón quiere extender su reino hacia el sur, a costa de Al-Muqtadir, rey de la taifa de Zaragoza; la cual es defendida debido a las parias por Sancho II de Castilla. Ese gazpacho de intereses da inicio a la guerra de los Tres Sanchos.
En esa lucha de frontera, Sancho de castilla, se enfrenta a su primo, el rey Sancho Garcés de Pamplona por La Bureba y las tierras de Oca. Se decide resolver la disputa con la fórmula medieval de Riepto, mediante la cual, se evitaba entablar un conflicto armado de importantes dimensiones. El Riepto, podía resolverse de tres maneras diferentes, acordada una de las tres previamente; enfrentamiento entre caballeros de los dos bandos mediante un torneo, una batalla en un punto acordado entre los dos ejércitos, o el enfrentamiento entre los alférez de ambos ejércitos. Escogen esta última fórmula, enfrentándose Jimeno Garcés, alférez de Pamplona contra Rodrigo Díaz de Vivar, posiblemente alférez de Castilla. Posteriormente, Rodrigo también se enfrenta en un duelo semejante a un sarraceno de la corte del rey moro de Zaragoza, cuando éste se niega a pagar las parias a Castilla. La victoria de Rodrigo en los dos enfrentamientos, lo engrandece en la corte, pasando a ser conocido como “Campi Doctor”, el Campeador; algo así como maestro en el campo de batalla. Hubo otros enfrentamientos entre los tres Sanchos, pero irrelevantes para esta historia.

Momento dulce en la corte real

La gran relación que mantenía con el rey Sancho II de castilla y sobre todo las grandes victorias en los duelos anteriormente relatados, colocaron a Rodrigo en un distinguido lugar en la corte de castilla. Portador de la bandera regia, al frente de todos los caballeros del rey, posiblemente Rodrigo, como se comenta anteriormente, llegó a ser Alférez real, la máxima distinción para un caballero infanzón, a parte de la dignidad condal. Es en estos momentos, cuando El Campeador alcanza el mayor reconocimiento dentro de la corte.

Lo que el Rey separa, la ambición lo une

Muerta la reina, empieza la rabia...; en Llantada

La muerte de la reina madre Sancha de León en 1067 inicia las hostilidades entre los hijos del difunto Fernando. Sancho, que se sentía perjudicado por el reparto que había realizado su padre, hace un giro en su política militar dejando a su espalda oriente y poniendo a punta de lanza los reinos de sus hermanos en poniente. No entendía que su padre hubiera vuelto a dividir el gran reino que había formado. En Julio de 1068 Sancho, rey de Castilla acuerda con su hermano Alfonso, rey de León, disputarse la corona por el método de Riepto. En esta ocasión se acordará el enfrentamiento entre las huestes de los dos reinos, Alfonso no se arriesga a enfrentar a su alférez contra Rodrigo. Vence Castilla, pero sin lograr infringir daños importantes a las tropas leonesas, ya que éstas se retiran antes de sufrir una derrota mayor. En Llantada, a orillas del Pisuerga en Palencia, donde se produjo el enfrentamiento, Sancho no ganó un reino porque Alfonso no cumplió lo pactado, pero Rodrigo acrecentó su fama. Aquella batalla derivó en una débil paz entre León y Castilla, la cual desembocó en una alianza que llevó a conquistar el reino de García Fernández, el tercer hermano. Alfonso y Sancho se repartieron  en 1071 Galicia y Portugal.

Batalla de Golpejera

En enero de 1072, Golpejera, provincia de Palencia, es testigo de la ruptura de la tensa paz mantenida entre los reyes hermanos. La batalla es sangrienta, los dos reyes se lo juegan todo, todo. De la descomunal batalla, sólo se conoce la enorme cantidad de pérdida de vidas humanas y el desenlace; la victoria de Castilla. Rodrigo, convertido ya en el mejor guerrero, estuvo a la altura y posiblemente su participación fuera decisiva para la victoria final. Hay historiadores que dan por verosímil la versión de algunas crónicas, donde se relata que durante la batalla, las tropas leonesas pusieron entre las cuerdas a las castellanas, forzándolas a la retirada. Alfonso desistió de perseguir a las desbandadas tropas castellanas, y éstas reorganizadas de nuevo gracias a la insistencia de Rodrigo, retomaron la lucha al amanecer cogiendo desprevenidas a las huestes leonesas, que habían estado celebrando la victoria durante la noche. El desenlace, que es lo que conocemos con certeza, conllevó la captura de Alfonso y su Alférez real, siendo éstos desterrados finalmente a la taifa de Toledo.

El sitio de Zamora

Sancho unificó los reinos que su padre había separado, pero el encargado de gobernarlos finalmente fue su hermano Alfonso. Sancho va a morir. Algunos nobles leoneses se negaron a aceptar a Sancho, especialmente la infanta Urraca, su hermana, que estaba a cargo del gobierno de Zamora. Sancho tuvo que enviar a Rodrigo al mando de un ejército para que rindieran las armas al rey. Pusieron sitio a Zamora en verano de 1072, el cual se prolongó durante unos meses, hecho que hizo que Sancho acudiera a Zamora. Se dice que Urraca estaba enamorada de Rodrigo y que debido a esto, Sancho lo envió a parlamentar con su hermana; pero ni así cedió. Finalmente, en octubre, Sancho murió durante el asedio. No se conoce si pudiera haber sido algún objeto o arma arrojada desde la muralla, o si, como dice la tradición, lo asesinó Vellido Dolfos a traición, Zamorano que había huido de la ciudad, para ponerse a las órdenes del rey castellano. El desenlace, es el levantamiento del cerco a la ciudad y el retorno de las tropas castellanas con el cuerpo del rey difunto. Rodrigo pierde un rey, un amigo, su mayor valedor; y con él, pierde un merecido estatus en la corte, que nunca volverá a conseguir, a pesar de su inmensa valía.

Rodrigo, al servicio del Rey Alfonso VI

La jura de Santa Gadea

Alfonso recibe el apoyo de los nobles, clérigos y magnates de León, Galicia y Portugal; e incluso de algunos nobles de Castilla. Es coronado Rey. Pero para algunos castellanos, Alfonso era sospechoso de la muerte de su rey, y es en ese momento donde la tradición puede volver a mezclar de nuevo lo real de lo legendario; La jura de Santa Gadea. Para ser aceptado por la nobleza castellana, Alfonso hubo de jurar ante Rodrigo y varios nobles, que no había tenido nada que ver en la muerte de su hermano; así hubo de hacer, sintiendo gran humillación.

Rodrigo se casa

A pesar del mal trago, Alfonso, que de sobras conocía las virtudes de Rodrigo, las reconoce dándole un trato preferencial. Tanto que le concede en matrimonio a Jimena Díaz, hija del Conde de Oviedo y emparentada con la casa real, celebrándose la unión en 1074. En los años siguientes, Rodrigo se dedica a administrar sus tierras y a atender como juez en algunas disputas en el reino, enviado por el rey Alfonso.

Una misión de entidad

En 1079, Alfonso le encomienda la tarea de cobrar las parias a la Taifa de Sevilla. Rodrigo acude a la ciudad de los abbadíes, donde se entrevista con el rey Al-Mutamid. En este punto, los sucesos vuelven a quedar algo confusos. A Sevilla llegan noticias de un ejército hostil, está atacando la taifa sevillana. En virtud del acuerdo entre León y Sevilla, ratificado por el pago de parias, Al-Mutamid pide a Rodrigo su colaboración en la defensa de la Taifa. Las tropas que se adentran en territorio sevillano son del último zirí de Granada, el rey Abdalá, acompañado por el Conde de Nájera García Ordoñez y varios nobles castellanos y alaveses próximos a Alfonso VI. ¿Por qué este ataque? ¿Interés de Alfonso VI en provocar la disputa entre taifas y evitar su alianza? ¿Casualidad que se encontraran las dos embajadas cristianas en las dos taifas cuando Abdalá decide atacar a Al-Mutamid? ¿Quizás los cristianos están sirviendo como mercenarios al servicio de Abdalá? No se conoce qué fue lo que provocó la situación. Rodrigo, al conocer la participación de tropas castellanas en el avance enemigo, envía una carta a éstos para que desistan del ataque, ya que en Sevilla se encuentran también tropas castellanas, de las que está él al mando, y no dudarán en combatir para defender la taifa de Sevilla, en virtud del acuerdo que tienen por medio de las parias, Alfonso VI y Al-Mutamid. La respuesta es burlona, dejando patente la nula intención de detener el ataque. Las tropas abbadíes, con el refuerzo de las castellanas de Rodrigo, salen al encuentro de los granadinos. En Cabra, Córdoba, se enfrentan los dos ejércitos, la derrota granadina es aplastante. El Campeador es un formidable guerrero y mejor estratega. Las huestes castellanas del conde García Ordoñez son apresadas. Este agravio, no será olvidado por García, a partir de ese momento, no dejará de injuriar la figura de Rodrigo.

El destierro en Zaragoza

La enfermedad de Rodrigo

Toledo se rebela contra Al-Qadir, rey de la taifa, que había acogido a Alfonso en su destierro. Para evitar que Toledo caiga en manos de la taifa de Badajoz, Alfonso VI acude a sofocar la rebelión y reponer a Al-Qadir en su puesto. Estamos en el año 1081. Alfonso asedia Toledo y pide la ayuda de Rodrigo. Este, fuerte en el campo de batalla, muestra en este momento debilidad; sufre una enfermedad que lo imposibilita y no puede acudir a Toledo. Casi de forma paralela, las tierras de Rodrigo son saqueadas por musulmanes, que roban un gran botín, además de secuestrar hombres para venderlos como esclavos. Rodrigo, aun convaleciente, se interna en tierras del reino de Toledo, asolando todo lo que encuentra a su paso, consiguiendo un botín mayor del que habían a su vez saqueado en la incursión mora. A Alfonso VI, con la atención puesta en el reino de Toledo, no le hace ninguna gracia esta acción de Rodrigo. Es la oportunidad que tienen los enemigos de Rodrigo en la corte, para malmeter. Se ha llegado a pensar que el ataque moro, ha sido orquestado por los enemigos de Rodrigo en la corte de Alfonso. No se sabe, pero la consecuencia es Ira Regia, castigo en el que cae en falta Rodrigo, el destierro es la condena.
Rodrigo, ha de marchar de Castilla. Con él, partirán al destierro cientos de caballeros de su mesnada. Su esposa Jimena se quedará en castilla con sus hijos Diego, María y Cristina, posiblemente en San Pedro de Cardeña.

Un hombre y un solo destino

¿Dónde exiliarse? Las opciones son pocas, los reinos de Pamplona y Aragón quedan descartados, las probabilidades de enfrentarse a su rey, Alfonso VI, si se ponen al servicio de estos reinos lo desaconsejan. Así que la opción que les queda es ofrecerse a los condes de Barcelona, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, gemelos, que habían heredado el condado de su padre Ramón Berenguer I. Éstos rechazan los servicios de El Campeador y sus huestes. Descartados los reinos cristianos, Rodrigo se fija en la taifa zaragozana, poniéndose en contacto con Al-Muqtadir, rey de la misma. Al contrario de los barceloneses, Al-Muqtadir se muestra encantado con la ayuda de Rodrigo, el cual había alcanzado gran fama en toda Hispania. El reino zaragozano era muy extenso, abarcando Lérida, Tortosa, Valencia, Denia y por supuesto Zaragoza.  

Es tiempo de acción

Al poco de ponerse Rodrigo, al servicio de Zaragoza, Al-Muqtadir cae enfermo y muere. Su reino se divide entre sus hijos, quedando Zaragoza para Al-Mutamin y Lérida, Denia y Tortosa para Al-Mundir. Rodrigo, que se había puesto al servicio de Zaragoza, continúa sirviéndola, ahora estando al frente Al-Mutamin. Pero Al-Mundir no está de acuerdo con el reparto, quiere volver a reunificar el reino que su padre había conseguido, por lo que declara la guerra a su hermano. Al-Mundir no puede enfrentarse sólo contra su hermano, por lo que se pone en contacto con los condes de Barcelona y con Sancho Ramírez de Aragón. Las tres partes buscan repartirse el sabroso bizcocho zaragozano.
Sólo conocer las tretas de su hermano, en el verano de 1082 Al-Mutamín envía inmediatamente a Rodrigo hacia la frontera con los territorios de Lérida, plaza fuerte de Al-Mundir. Rodrigo se planta en el norte, asegurándose la fidelidad  a Al-Mutamín de las plazas de la zona, en especial Monzón. Parece ser que el ejército de Rodrigo se encuentra con el de Sancho Ramírez, rey de Aragón; pero no hay enfrentamiento. Después de asegurar la plaza de Monzón, Rodrigo viaja hacia el sureste, asegurando las plazas de Tamarite de Litera, y Almenar, fortificando y dejando tropas en esta última y prosiguiendo hacia el sur, pasando cerca de Lérida.
Almenar está en el corazón de Lérida, por lo que el rey leridano, está obligado a mover ficha. Al-Mundir asedia Almenar, para lo cual, pide ayuda a diferentes condes y  caballeros catalanes, destacando el conde de Barcelona y el de La Cerdaña. Una vez conocida la noticia del asedio, El Campeador vuelve su lanza al norte, encaminándose a Almenar y enviando mensajeros a Zaragoza para pedir refuerzos a Al-Mutamín. Éste se pone en marcha, reuniéndose con Rodrigo. Al-Mutamín decide lanzar un ataque, pero El Campeador le aconseja llegar a un pacto. Pagar un rescate por la plaza ahorraría vidas a ambas partes. El zaragozano acepta y envían emisarios al cerco de Almenar, para que levanten el asedio a cambio de “algunos dineros”. Convencidos de su fuerza, las tropas leridanas y catalanas rechazan el rescate e insisten en el asedio. Rodrigo, El Campeador, no lo duda y lanza un terrible ataque que devasta las posiciones de los sitiadores obligando a éstas a huir. Las crónicas nos cuentan que los capturados superaron a los huidos. El conde de Barcelona Berenguer Ramón II cae en manos de El Campeador, habiendo de pagar un rescate para lograr su libertad.

La traición de Rueda

En 1083, Rueda era una gran fortaleza donde alojaban a prisioneros de Estado de la taifa de Zaragoza, y en ella estaba recluido el antiguo rey de Lérida, Al-Muzaffar, depuesto por su propio hermano Al-Muqtadir, padre de los actuales reyes. Al-Muzaffar convence al gobernador de la fortaleza para que la entregue al rey de León, comprando de esta manera la ayuda de Alfonso con la cuál recuperar la Taifa de Zaragoza. Las tropas de León se dirigen a Rueda, pasando cerca de las huestes de Rodrigo, que se encontraban en Tudela defendiendo la Taifa zaragozana de las incursiones Pamplonesas y Aragonesas, pero Rodrigo, fiel a su rey, les permite el paso. Llegados los leoneses a la fortaleza de Rueda, encuentran las puertas abiertas. Confiados, comienzan a entrar siendo recibidos con una lluvia de flechas y piedras mientras las puertas se cierran; quedando parte de las tropas de León encerradas dentro. Fuera, impotentes, el resto de leoneses alcanzan a escuchar los gritos de sus compañeros sufriendo en sus carnes el resultado de una macabra traición. No pudieron hacer nada más que alejarse de allí, ya que los gritos recriminadores e insultos que dirigieron a los defensores, fueron contestados con más piedras y flechas. El gobernador, temeroso de la venganza de Al-Mutamin, se había arrepentido a última hora y pensó que con esa cruel acción, iba a redimirse de su falta. El resultado fue la pérdida para el reino de León de grandes magnates castellanos como el conde Gonzalo Salvadórez y el infante Ramiro. Conocida la noticia, Rodrigo se puso inmediatamente en marcha y se dirigió al encuentro de Alfonso VI, poniéndose a su servicio. El Campeador escoltó al Rey hasta Castilla, Alfonso se había quedado en una difícil situación, habiendo perdido a la mitad de las tropas en Rueda; un ejército enemigo le hubiera vencido y apresado con facilidad. La escolta de Rodrigo fue muy oportuna. No se conoce realmente los motivos, quizás Alfonso no fue todo lo amable y agradecido que debiera, quizás, Rodrigo prefirió continuar siendo el número uno después del rey en Zaragoza que un infanzón más en su tierra natal; el caso es que cuando Alfonso le ofreció el perdón a Rodrigo, invitándole a volver a sus tierras, Rodrigo declinó la oferta y volvió a Zaragoza.

Le llamaban El Cid

En la primavera de 1083, los rudos montaraces aragoneses, como en otras primaveras, iniciaron una campaña de hostigamiento con su rey Sancho Ramírez al frente, tomando las fortalezas de Graus, Ayerbe, Bolea, Arascués y Arguedas. Allí acudió Rodrigo con sus huestes, acosando a aragoneses mediante incursiones de rapiña. Aprovechando la situación, Al-Mundir asedió también al reino zaragozano desde el este, por lo que Al-Mutamin tuvo que mandar a El Campeador a defender la frontera oriental. Debido a que Al-Mundir disponía de una imponente fortaleza en Morella, desde la que acosar la zona oriental zaragozana, Rodrigo decidió tomarla, pero al comprobar la dificultad, resolvió levantar una fortificación en Olocau. Se quedó allí una guarnición para acosar Morella y regresaron a Zaragoza, no sin antes obtener un cuantioso botín al saquear toda la comarca. El asedio desde Olocau causó el daño deseado. Tanto fue así que, Al-Mundir entabló conversaciones con Sancho  de Aragón, de las cuales salió una alianza de fuerzas que se dirigió a Morella para liberarla del acoso de las tropas de El Campeador. Era el verano de 1084. Rodrigo les salió al paso entablándose una batalla en la que salió victorioso Rodrigo. En el transcurso de la misma, viéndose perdidos, el ejército aliado inició la retirada, siendo perseguido por las huestes de Rodrigo. El número de presos fue enorme, encontrándose entre ellos ilustres caballeros como el obispo de Roda, Raimundo Dalmacio.
La victoria de Rodrigo fue celebrada con júbilo en Zaragoza y sus huestes aclamadas durante la llegada a la capital.

En Enero de 1085, el príncipe heredero de Zaragoza, Ahmad II Al-Mustain, hijo de Al-Mutamin, se casa con una hija del regente de la Taifa de Valencia, Abu Bakr Ibn Abd Al-Aziz. En esta dulce época para Rodrigo, fue cuando los soldados musulmanes le comenzaron a llamar Sayyidim, “mi señor”, hispanizado como Sidi y ya en lengua romance castellana Mío Cid.


La fortuna se vuelve contra El Cid

Pero en mayo Alfonso VI conquista Toledo. Al-Qadir, facilitó la conquista y como premio recibió el reino de Valencia. La expansión de Zaragoza se frenaba. A comienzos de 1086 muere Al-Mutamin. Todo se le pone del revés a El Cid.
Tropas Castellanoleonesas viajan a Valencia a asentar a Al-Qadir en el trono valenciano y poco después, Alfonso inicia el asedio de Zaragoza.

El nuevo escenario

Los almorávides

Caída la taifa de Toledo, el último abbadí de Sevilla, el último zirí de Granada y el último aftasí de Badajoz, deciden pedir ayuda a un caudillo norteafricano, Yusuf ibn Tashufin, líder de los almorávides; movimiento fundamentalista musulmán, que nacido en el sur de Mauritania, se había extendido hacia el norte de África, dominando una gran extensión. En junio de 1086, un enorme ejército de bereberes, cruza el estrecho; al frente Yusuf. Los almorávides reciben refuerzos de las taifas de Sevilla, Málaga, Granada y Almería y se internan en la península. Alfonso, conocido el desembarco, levanta el cerco de Zaragoza y marcha a defender Toledo.

La batalla de Sagrajas

Pero Yusuf no marcha directo a Toledo, viajando al norte más al oeste. Alfonso abandona Toledo y les sale al paso en Sagrajas, al noroeste de Badajoz. La victoria musulmana es aplastante. Las crónicas hablan de pocos cristianos supervivientes, entre ellos el propio Alfonso, que resultó herido y tuvo que cabalgar junto a los pocos supervivientes 100 km hasta Coria durante toda la noche para ponerse a salvo. Los almorávides decapitaron a los muertos y heridos, haciendo una serie de montañas con las cabezas, donde subieron los almuédanos para llamar a la oración. Después recogieron las cabezas en carros y las repartieron por todas las ciudades del Al-Andalus para celebrar la victoria.

La unión cristiana trae el perdón

La hispana cristiandad volvía a estar en serio peligro. Su hegemonía ante los musulmanes, volvía a tambalearse, el recuerdo del Caudillo Al-Mansur retornaba a la península. Pero en un primer momento no fue así; Yusuf, tan rápido como había llegado, se marchó. Su heredero había muerto y tenía que resolver los problemas de sucesión en Marrakech. Quedaron 3000 almorávides dispuestos a defender cualquier Taifa.
Alfonso hizo un llamamiento a la cristiandad hispana y europea, llamando a la cruzada, y aunque no hubo una cruzada propiamente dicha, llegaron caballeros con sus huestes, en especial de Borgoña. En Hispania, Alfonso selló una alianza con el rey de Navarra y Aragón, Sancho Ramírez, (rey de Aragón primero y posteriormente también de Navarra tras el asesinato de su primo, Sancho Garcés de Navarra)  quien ya le había proporcionado tropas en la batalla de Sagrajas; Alfonso, a cambio, cedería los derechos de conquista del territorio de la Taifa de Zaragoza a Sancho.
El llamamiento también llegó a Zaragoza, El Cid no dudó y acudió a la desesperada llamada de su señor; viajando con sus huestes a Toledo. Alfonso lo recibe con todos los honores, contento de volver a contar con los servicios de su mejor guerrero. Le otorga, además, varias fortalezas y castillos, volviendo a hacer de Rodrigo, uno de los principales hombres del reino.

En tierras de Levantinas

Primera visita a Valencia

En 1087, Alfonso VI encomienda una misión a El Cid; se trata de viajar a Levante, donde defenderá los intereses de León y Castilla. La misión tiene la peculiaridad de que Alfonso le concederá con carácter hereditario, la propiedad de todas las tierras y castillos que conquiste en tierra de moros.
Al-Qadir, colocado como rey en Valencia por Alfonso, comienza a pasar dificultades, fortalezas de su entorno se revelan. Al-Mundir, rey de la taifa de Lérida aprovecha la situación y asedia Valencia. Al-Qadir, apurado, lanza una llamada de auxilio a León y Zaragoza. El Cid, de camino a Valencia, para en Zaragoza, donde es acogido con gran alegría por el rey de la Taifa Al-Mustain, hijo del difunto Al-Mutamin. Para evitar el aumento de poder del leridano, el musulmán acompaña a El Cid a Valencia; allí, el rey de Lérida, al enterarse del contingente que se le viene encima, levanta el sitio. Valencia cierra las puertas a las tropas leonesas, pero Al-Qadir sale a recibirlos con regalos. Al-Mustain, pide a Rodrigo que se alíe con él para tomar Valencia, pero Rodrigo le contesta que sólo luchará por León, Valencia pertenecía a Alfonso VI, debido a los tratados firmados. Al-Mustain, ante la respuesta de El Cid, se vuelve a Zaragoza.
Rodrigo comienza una campaña de acoso al reino de Valencia, asolando fortalezas cercanas, gracias a la cual, además de desgastar las defensas de la zona, le sirve para subsistir, ya que no depende directamente ya, de ningún rey. Pero el panorama que le queda a Rodrigo no es muy halagüeño, Al-Mustain no renuncia a Valencia. Debido al acoso a Murviedro (Sagunto), acude a la zona el rey de Lérida, que toma posesión de la plaza, socorriéndola de esta manera. Rodrigo se ve obligado a pactar con los tres frentes que tenía abiertos, convenciendo a Al-Qadir de que no entregue Valencia a nadie, prometiendo su ayuda para conquistar Valencia a Al-Mustain, y asegurando a Al-Mundir, rey de Lérida que no le atacará.
En 1088 Rodrigo vuelve a Castilla, pasando una temporada. Viaja posteriormente a Toledo, recibiendo instrucciones de manos de Alfonso. Allí conoce la noticia de que Valencia se encuentra asediada por tropas barcelonesas del conde Berenguer Ramón II, que aliado con el rey zaragozano, pretenden repartirse el pastel valenciano.

Dueño de Valencia

Rodrigo vuelve a Valencia y envía emisarios al campamento barcelonés, invitando al conde Berenguer a levantar el asedio. En unas primeras conversaciones se niega, pero al final, prudente, levanta el asedio y se marcha con sus tropas. El Cid entonces, prosigue con la campaña de saqueo de la zona. Ante estas noticias, Al-Qadir conviene con El Cid en la entrega de parias para pagar la protección del reino de valencia ante cualquier enemigo. Albarracín y Murviedro también le entregan parias; El Cid pasa a ser dueño de Valencia.

Vuelven los Almorávides

En ese momento, a mediados de 1088, Yusuf ibn Texufin, líder de los Almorávides, cruza de nuevo el estrecho. Tropas de Alfonso, se habían fortificado en el castillo de Aledo hostigando la región de Murcia, El Cid acosaba la zona de Valencia. Los señores locales no estaban dispuestos a soportar más la situación, así que, unido a la insistencia del rey de Sevilla, habían vuelto a conseguir la ayuda de Yusuf. De esta manera, las tropas Almorávides, junto a los refuerzos peninsulares se personan en Aledo, asediando el castillo. Desde el mismo asedio, los musulmanes lanzan razzias por territorios cristianos. Conocida la noticia, Alfonso VI se pone en marcha para socorrer la fortaleza. Escribe a El Cid para que se reúna con él en el camino a Aledo..., pero El Cid, no se reúne con Alfonso. Se pone en camino sí, llegando a Onteniente, donde espera noticias del paso de las tropas leonesas. Desde allí, se desplaza hacia Hellín, en el interior, puede que buscando al ejército de Alfonso. Había quedado en Villena, y posiblemente Rodrigo esperaba ponerse en marcha hacia allí, cuando supiera del paso del rey por la zona, pero de alguna manera, el ejército de Alfonso VI llega a Aledo sin que El Cid tenga noticias del paso de la comitiva real. Rodrigo no cumple con su rey.

Nuevo destierro

La furia del Rey

Alfonso, al llegar a Aledo no encuentra oposición, las tropas musulmanas han huido de la zona; los reyezuelos moros peninsulares habían entrado en disputas entre ellos, algunos incluso, se habían marchado del asedio. Yusuf el Almorávide, viendo menguar sus tropas y conociendo la llegada de las tropas leonesas, había decidido levantar el cerco, cansado y hastiado de las rencillas mantenidas entre los musulmanes peninsulares, por lo que había vuelto a cruzar el estrecho. El despiste de Rodrigo, no tiene consecuencias graves para Alfonso, ya que no hubo enfrentamiento en Aledo, por lo que regresó a la corte sin entrar en lucha, pero sí las tiene para El Cid.
Los enemigos de Rodrigo en la corte, no dejan pasar la ocasión, malmetiendo contra él. Alfonso VI se enciende de furia, acusando a Rodrigo de felonía y traición. Le quita todas las posesiones que tiene en Castilla, le confisca todas las ganancias e incluso apresa a su mujer e hijos. Rodrigo envía a la corte a un hombre de confianza para que explique lo sucedido y que así entre el rey en razón, retando además a un duelo a todo aquel que le acuse de traidor. Sólo consigue la libertad de Jimena y sus hijos, no puede defenderse de las acusaciones, nadie se atreve a aceptar el duelo de El Cid.

Dueño de Valencia, dueño de su destino

Este segundo destierro, va a ser diferente, confiscadas en esta ocasión todas sus posesiones, no dispone de medios para sustentar a su familia. Sin un señor al que servir, ni del cuál depender, Rodrigo toma conciencia de su situación, sintiéndose amo y señor de su destino y del de su gente.
En  1088 parte de Elche para marchar con su mesnada a la fortaleza de Polop, en Denia, la cual asedian. La victoria sobre Polop, les proporciona un magnífico tesoro. Se trasladan a la fortaleza de Ondara, también en Denia donde pasan un tiempo.
La siguiente escala es en Valencia, donde el campamento de El Cid es visitado por numerosos emisarios, llegados de algunas fortalezas de la zona y del mismo Al-Qadir, rey de Valencia, con diversos presentes. Castilla, vuelve a ser señora de Valencia, pero no bajo el control de Alfonso VI de León, sino bajo el gobierno de Rodrigo Díaz de Vivar.

Temor a El Cid

El miedo a El Cid viaja rápidamente al norte, donde genera la alianza entre Lérida y Barcelona. El ejército aliado, al mando de Berenguer Ramón II se instala cerca de Calamocha, donde se incorpora a la alianza Al-Mustain, rey de Zaragoza. Proponen a Alfonso VI su anexión, pero éste no acepta.
El ejército aliado es muy superior a las tropas cidianas, por lo que El Cid traslada el campamento a un lugar idóneo para la defensa, evitando el campo abierto. Allí, recibe una carta, es del conde de Barcelona. La carta está llena de bravuconerías y amenazas hacia El Cid. Éste le contesta en el mismo tono. Ante el inminente ataque, El Cid ordena a varios de sus hombres que finjan desertar, para, al ser presos, confesar en el interrogatorio que El Cid piensa huir durante la noche a través de los montes cercanos, esto debe hacer que Berenguer divida su ejército para evitar la fuga. Con parte de su ejército disperso por las montañas intentando interceptar la huida de El Cid, Berenguer lanza su ataque, sin ver que las tropas de Rodrigo cuentan con una posición ventajosa, y que su ejército se ha reducido al tener que dividirlo. Rodrigo, en la batalla cae del caballo, pero sigue luchando de forma valerosa junto con su ejército. Tras varias horas de lucha, el ejército de Berenguer Ramón II está perdido, obligándole a rendirse. El Conde, herido, es encadenado y dejado en la puerta de la tienda de El Cid, el cual no le recibe hasta varios días después, cuando Rodrigo está repuesto de sus heridas. Acuerdan un rescate. El Cid libera a los prisioneros, y éstos, desde sus casas, envían parte del rescate y como buena fe, para el pago del resto de rescate, envían también a familiares a modo de rehenes. Finalmente El Cid decide perdonar lo que queda de pago y suelta a los rehenes. La deuda queda zanjada.

De nuevo, cae enfermo

Rodrigo levanta el campamento de Morella y se desplaza a la taifa de Zaragoza. En este momento, lo que no consiguen sus enemigos, lo hace una enfermedad. Rodrigo queda imposibilitado, derrotado por su dolencia. No se sabe si es la misma que le aquejó y le imposibilitó de acudir al cerco de Toledo cuando Alfonso VI le reclamó, pero el caso es que Rodrigo quedó una temporada fuera de combate.

Rodrigo y Berenguer, ahora son amigos

Repuesto, conoce la nueva llegada de los almorávides a la península. Urgido de alianzas, envía emisarios a la taifa de Zaragoza para congraciarse de nuevo con el rey Zaragozano. Los emisarios de El Cid encuentran a Al-Mustain junto a Berenguer Ramón II. Éste envía saludos a El Cid, invitándole a una larga amistad. Cuando los emisarios trasladan los saludos de Berenguer a Rodrigo, éste recela en un principio, pero al final acepta y devuelve las palabras cordiales.  El conde de Barcelona, viaja al campamento de El Cid, donde sellan un pacto de amistad.

Asentamiento peninsular Almorávide

Una nueva visita del almorávide Yusuf

Mientras Berenguer y Rodrigo sellan su amistad, Yusuf in Texufin, emir de los almorávides, inicia un nuevo desembarco en la península, no para ayudar a sus coreligionarios; esta vez desembarcan para quedarse. Conquistan las taifas de Granada y Málaga. Los reyes moros, viendo peligrar su independencia y arrepentidos de haber confiado en los africanos, se ponen en contacto con Alfonso VI, al que piden ayuda. Éste, no tiene otra opción que acudir, no por ayudar a los musulmanes de Hispania, si no por defender sus territorios de los almorávides.

Rodrigo y Alfonso, historia de desencuentros

Rodrigo, se ve en la obligación de acudir en la ayuda de Alfonso, aun a riesgo de perder lo conquistado en Valencia. Cuando Alfonso conoció la llegada de Rodrigo, le recibió con todos los honores y caminaron juntos hasta Granada. Llegados allí, Alfonso montó su campamento en Libriella, junto a las montañas, mientras que Rodrigo lo hizo en un llano situado delante del campamento real, para proteger al rey. Alfonso se enojó mucho al ver el emplazamiento que decidió Rodrigo, por considerarlo muy atrevido, por entender que su intención era demostrar ser más valiente que el rey. Durante los días que estuvieron acampados allí, Rodrigo y sus huestes tuvieron que aguantar la denigración que hacia ellos destilaban las huestes reales.
Al parecer, Yusuf, una vez conquistadas las taifas del sur, había vuelto a África, dejando tropas en la península, por lo que finalmente no hubo encuentro entre los dos ejércitos. Enterado de esto, Alfonso volvió a Toledo. Pararon en una fortaleza llamada de Úbeda, junto al Guadalquivir. Allí Alfonso, de forma airada, volvió a verter acusaciones infundadas contra El Cid llegando a insultarle. La situación llegó a tal extremo que Rodrigo decidió levantar el campamento, para evitar un seguro enfrentamiento.
En aquel punto, los dos ejércitos se separaron, el real hacia Toledo, el cidiano hacia Valencia. Rodrigo retornó triste y molesto.

Expansión peninsular Almorávide

Al frente de las tropas almorávides que Yusuf dejó en la península, quedó Sir ibn Abu Bakr, que continuó la conquista de las taifas moras. Cayeron Sevilla, Badajoz, Ronda, Almería y Córdoba. También Abu Bakr, conquistó la fortaleza cristiana de Aledo, quedando ya, sólo en tierras moras, el contingente formado por las huestes de El Cid Campeador. Ante esta delicada situación, Rodrigo preparó a sus soldados, reparó y mejoró la defensa de varias fortalezas estableciendo Peña Cadiella, como cuartel general, fortaleza que preparó a conciencia. Dejó tropas en las fortalezas y viajó a Zaragoza, pasando por Valencia, para acudir en ayuda de Al-Mustain, que estaba siendo acosado por Sancho Ramírez de Aragón. Allí, hizo de intermediario entre los dos reyes, logrando un tratado de paz entre Zaragoza y Aragón.

Los problemas, internos, crecen para El Cid

El acoso del Rey

En 1092 Alfonso exigió el pago de parias a todas las fortalezas que pagaban a El Cid, firmó una alianza con Aragón y Barcelona y pidió la ayuda de Génova y Pisa. Valencia iba a ser acosada por tropas castellanas, apoyadas desde el mar, por las flotas genovesa y pisana. Mientras Aragón y Barcelona marchaban contra Murviedro y Tortosa, también apoyados desde el mar. Sancho Ramírez y Berenguer Ramón II,  sólo podían ayudar a Alfonso VI en los asedios de Murviedro y Tortosa, puesto que habían firmado un pacto con Rodrigo, por lo que no podían ayudar a Alfonso a marchar contra Valencia; Tortosa y Murviedro no dependían de Rodrigo. La escuadra marina, tardó en llegar a Valencia. Sin provisiones, las tropas de Alfonso tuvieron que levantar el cerco. Cuando las naves llegaron a Valencia, recibieron la orden de marchar contra Tortosa, la cual aguantó el asedio por tierra y por mar de tal manera que se tuvo que levantar el asedio. El Cid seguía dominando Valencia.

La venganza de Rodrigo

Rodrigo, había escrito al rey Alfonso VI para pedirle que no escuchara las voces que hablaban mal de él, que le ponían en su contra de forma perversa, y añadía algo más, les haría rendir cuentas personalmente. Y así fue. El Cid partió con un formidable ejército hasta tierras del conde García Ordóñez, gobernador de La Rioja. Llegaron a Alfaro, que conquistaron sin problemas. Allí recibieron la visita de emisarios del conde riojano retándoles a una batalla en 7 días, en ese mismo lugar. García Ordóñez reunió un ejército dos veces mayor del número que eran las huestes cidianas desplazadas a La Rioja. Pero no hubo batalla. García Ordóñez iba de farol, y cuando comprobó que Rodrigo estaba dispuesto a presentar batalla se echó atrás. La Rioja quedaba libre para El Cid. Calahorra, Nájera, Alberite, Logroño…, conquistadas, saqueadas, arrasadas…, no hubo piedad. Todo quedó devastado. El botín fue enorme y lo que no se pudieron llevar, fue quemado.

Nuevo perdón real

Zaragoza recibió a las tropas cidianas como héroes. Al conocer los hechos, Alfonso VI, lejos de enojarse aun más con Rodrigo, envió a Zaragoza, en verano de 1092, emisarios para transmitirle su perdón. Alfonso no podía prescindir de un guerrero tan formidable. Rodrigo, sin reproche alguno, aceptó el perdón real, gracias al cual, se le restablecía todas las propiedades requisadas en su día, pero su sitio ya no estaba en Castilla.

La ciudad de Valencia, abre las puertas a Rodrigo

Las conquistas peninsulares de Ibn Aisa, al frente de los Almorávides, envalentonan a los partidarios Almorávides en Valencia que con el cadí de la ciudad Ibn Yahhaf al frente se ponen en contacto con Ibn Aisa; ofreciéndoles la ciudad. Ibn Yahhaf captura a al-Qadir, rey de Valencia, lo decapita y se pone al mando.
El Cid, ya de vuelta por tierras valencianas, pone sitio  a la fortaleza de Yubayla, también conocida como de Cebolla, cercana a Valencia y envía una misiva a Ibn Yahhaf, para que entregue la ciudad, pero Ibn Yahhaf no cede. El asedio a Cebolla se espera largo, por lo que El Cid pide ayuda en forma de víveres a las fortalezas colindantes. Para abastecer el campamento cidiano, además, se saquean los campos valencianos, lo que provoca el enfado de Ibn Yahhaf que pide de nuevo ayuda a los Almorávides. Éstos, no convencidos de la fidelidad de éste a la causa Almorávide, se niegan a prestarle auxilio, por lo que Ibn Yahhaf decide salir y enfrentarse a Rodrigo en campo abierto. Las tropas de Ibn Yahhaf pierden la batalla.
Los Almorávides, exigen el pago de las soldadas de sus tropas, para acudir a defender Valencia. Ibn Yahhaf, apurado, ha de enviar el pago. El Cid, merced a sus espías, logra enterarse del envío y lo captura. Paralelo a esto, la fortaleza de Yubayla cae, por lo que El Cid queda a un paso de conquistar Valencia. El asedio de la ciudad es largo, e incluso en ese tiempo, conviven con el peligro que genera la aparición de al-Mustain, rey de Zaragoza, que ofrece sus servicios a Ibn Yahhaf, pero finalmente, Valencia sucumbe ante el poder cidiano. Entre las condiciones de la capitulación, El Cid exige la salida de las tropas Almorávides de la ciudad, y de recibir las mismas parias que cobraba de al-Qadir. Cuando El Cid entra en Valencia, concede a la ciudad un plazo de un mes, para que las tropas del emir almorávide Yusuf acudan a expulsarlo, de no conseguirlo, la ciudad se pondría en manos de El Cid. Se establece un intercambio de cartas entre el castellano y el emir norteafricano en las que el segundo le exige la salida de valencia y el primero le invita a visitar las tierras valencianas.


Cidianos contra Almorávides, cara a cara

Encerrona contra El Cid

Llegados a este punto, se pidió a las fortalezas cercanas a Valencia que ayudasen a la causa contra los almorávides. Alcira se negó, por lo que El Cid arrasó sus tierras. Albarracín, no sólo se negó, si no que pidió ayuda a Sancho Ramírez de Aragón, para  conquistar Valencia.  Pronto, las tierras de Albarracín fueron acosadas por El Cid. Los designios de la vida, llevaron a El Cid y uno de sus hombres, a encontrarse con una docena de caballeros enemigos, seis por barba. La lucha fue terrible, durante la misma, Rodrigo recibió una casi mortal herida en el cuello, que a punto estuvo de llevarle la vida, quedando endulzado el trance por la victoria final.
Para cuando se restableció de la grave herida, los almorávides estaban ya casi en puertas de Valencia.

Traición valenciana

Lorca, sucumbe ante los almorávides, también Játiva. Valencia ya siente la presencia norteafricana. Rodrigo decide enfrentarse en campo abierto, sin esperar el asedio, por lo que saca a sus tropas de la ciudad y se dispone para el enfrentamiento. Los dos ejércitos están frente a frente.  Si el poderoso ejército almorávide no es suficiente, los valencianos han preparado una sorpresa. Sin esperar al inicio de las hostilidades, cierran las puertas de la ciudad, dando de lado a las tropas de Rodrigo. Una de las familias más poderosas y respetadas de Valencia, los Ibn Wayid, partidarios de los norteafricanos, había conseguido el apoyo de la ciudad, poniéndola en contra de Rodrigo.

Huída almorávide

Pero inexplicablemente, el ejército almorávide se retira. Se desconocen el motivo de la retirada, pero se especula con que no se esperaban que El Cid planteara una batalla en campo abierto, enfrentarse a Rodrigo imponía mucho respeto.

Nuevo asedio

De nuevo se encuentra El Cid ante las puertas cerradas de la ciudad de Valencia. Para el asedio, Rodrigo se pone en contacto con las fortalezas cercanas a las que les pide ayuda. Seis meses dura el asedio, en el que los valencianos pasan muchísimas penurias. Ibn Yahhaf, ha vuelto a tener las riendas de la ciudad y negocia la entrega de la ciudad con Rodrigo. Una de las condiciones es expulsar a los Ibn Wayid. Rodrigo se encargará de recaudar los impuestos en la ciudad, respetará las costumbres y se retirará a la fortaleza de Yubayla. Además, como ya había hecho antes, El Cid les permite enviar emisarios a Zaragoza y a Ibn Aisa, general almorávide, para pedir ayuda, dándoles de plazo 15 días para recibir dicha auxilio. El 2 de junio de 1094 parten los emisarios. El 19 de junio, sin haber recibido respuesta, Rodrigo pronuncia un discurso ante los valencianos, haciendo posesión de la ciudad.
Ibn Yahhaf, que tanto había jugado entre dos bandos, que había sido un cacique para los valencianos, que tanto había engañado a Rodrigo, que había intentado ocultarle a Rodrigo la parte del tesoro que se había quedado de al-Qadir..., finalmente, fue ajusticiado.

El retorno almorávide

Desde Valencia, Rodrigo inicia un acoso sistemático a todas las fortalezas cercanas que no se ponen de su lado. Éstas, vuelven a pedir ayuda al emir Yusuf. Muhammad Ibn Texufin, sobrino del emir, es nombrado gobernador de al-Andalus. Yusuf le facilita un ejército de cuatro mil jinetes y le ordena reconquistar Valencia y capturar vivo a El Cid Campeador. En octubre de 1094, un poderoso ejército almorávide parte de Algeciras hacia Valencia.
Mientras, Rodrigo, se puso en contacto con supervivientes de la batalla de Sagrajas, para conocer las tácticas almorávides y sus armas. Mandó hacer a herreros vascos escudos de hierro, combinados con madera. Estudió el terreno donde presentaría batalla para añadir más ventaja a su ejército. También pidió ayuda a los reinos cristianos.

Nuevo cara a cara

El enorme ejército almorávide, apareció ante la vista de la ciudad. La presencia de decenas de miles de guerreros norteafricanos con miles de caballos y camellos, elefantes y torres de asalto, atemorizaron a la población valenciana. En este punto, se dice que espías moros de Rodrigo, convencieron al ejército de Muhammad que instalaran el campamento en el valle del Cuarte. Establecido el campamento, Muhammad se acercó a las murallas de Valencia, donde exigió la rendición de la ciudad. La lógica negativa recibida, hizo que el almorávide ordenara colocar las torres de asalto ante la ciudad.

Dos versiones, una batalla, una victoria

Una versión de las crónicas dice que se estuvieron montando torres de asalto y preparando el ataque y al cuarto día comenzó a llover. Era época de tormentas en el levante peninsular. Comenzó entonces el ataque de Rodrigo, que mandó prender fuego a las torres de asalto, las cuales ardieron a pesar de la lluvia. A continuación atacaron al ejército sitiador, destrozándolo por completo. En la retaguardia, en el campamento almorávide, aun restaba el grueso del ejército norteafricano, al que no hubo de atacar. La riada que se produjo, ampliada por la rotura de acequias tramada por Rodrigo, destrozó el campamento musulmán.
La otra versión, cuenta que parte del ejército cidiano, se escondió, saliendo a recibir a los almorávides una parte. En medio de la batalla, los cidianos iniciaron una retirada que llevó a los almorávides que salieron en persecución, a una trampa donde las tropas escondidas arrasaron por sorpresa a los almorávides. A la llamada acudió Pedro de Aragón, que tras la muerte de su padre Sancho Ramírez durante el sitio de Huesca, se convirtió en el nuevo rey, aunque lo hizo tarde. Alfonso de León y Castilla, conoció la victoria de camino, por medio de los presentes que El Cid le envió, extraídos del botín de guerra, por lo que decidió no llegar hasta Valencia.

Cerco Almorávide

Liberada Valencia, El Cid se dedicó a ocupar todos los castillos y fortalezas cercanas, en las que aun se conservaba parte del enorme tesoro de al-Qadir.
Pero  el emir Yusuf no estaba dispuesto a renunciar a Valencia. Sus ejércitos  continuaron con la conquista de las taifas peninsulares, cayendo Badajoz y Lisboa en el mismo 1094.
Más dialogante que su padre, Pedro de Aragón pacta con Rodrigo un acuerdo de ayuda mutua en caso de ataque cristiano o musulmán.
A finales de 1096, Pedro I conquista Huesca, y en diciembre recibe la petición de ayuda de El Cid. Un inminente ataque almorávide está a punto de producirse. Pedro I, al frente de un ejército, acude a la llamada de Rodrigo.

Derrota de Consuegra

Estamos en 1097, también Alfonso, de León y Castilla, sufre el acoso musulmán, teniendo que enfrentarse a éstos en Consuegra. Sin aprender de la derrota de Sagrajas, comete fallos similares que le llevan al desastre; sufriendo una nueva y ruinosa derrota. Para El Cid, único líder cristiano capaz de vencer a los almorávides, la noticia de la derrota cristiana en Consuegra le llega acompañada por el anuncio de la muerte de su único hijo varón, Diego. Había viajado a la corte de Alfonso, al frente de un contingente cidiano para apoyarle militarmente, perdiendo la vida en la batalla.

El Cid frente a Almorávides, de nuevo

Paralelo a esto, el frente almorávide en levante no se detiene, habiendo de viajar al sur el ejército cidiano-aragonés. En la fortaleza de Bairén, cerca de Játiva y Gandía, se encuentran con Muhammad ibn Texufin, derrotado en Cuarte, respaldado por un impresionante ejército almorávide. Con el mar al este y las montañas al oeste, el ejército cristiano queda semiencerrado. Es el momento que estaba esperando el acechador ejército almorávide. Mandando recibir apoyo desde el mar, Ibn Texufin, inicia un terrible ataque contra la alianza cristiana, desde mar, y desde la altura que le proporcionaban las montañas al oeste. El ejército cristiano, con importantes bajas, comienza a decaer, pero es de nuevo el espíritu vencedor de Rodrigo, el que con su retórica, levanta la moral de los guerreros cristianos, lanzando una arenga  a todos los caballeros, recorriendo de norte a sur el semi-hundido ejército aliado.
Finalmente, la alianza cidiano-aragonesa, consigue salir del estrecho en el que se encontraban, iniciando un terrible contra-ataque, que devasta al ejército almorávide y lo obliga a retirarse. Se inicia entonces, una persecución mortal contra los huidos que termina con el campamento almorávide vacío, quedando sus tesoros a merced de los aliados. Rodrigo sólo cuenta por victorias las batallas frente a los africanos.
Contentos por la victoria, pero tristes por haber estado a punto de caer en la batalla, la alianza cristiana toma rumbo a Valencia. Llegan noticias de la sublevación de la fortaleza de Montornés. Allí se dirigen los dos ejércitos, rindiendo la plaza. Era febrero de 1097, y en ese punto se separan cidianos de aragoneses.

El fin de una leyenda

Últimas acciones de Rodrigo

Los movimientos almorávides en levante, llevan al alcaide de Játiva, Abu-I-Fath a dirigirse con un ejército a reforzar la fortaleza de Murviedro, actual Sagunto. Reforzada de esta manera, los almorávides pueden asolar toda Valencia haciéndose fuertes en Murviedro.
Al enterarse de este movimiento, El Cid sale inmediatamente tras el ejército de Abu-I-Fath, el cual, al verse perseguido se refugia en el castillo de Almenara. Las huestes de Rodrigo, con él a la cabeza, asedian el castillo, rindiendo la plaza. Murviedro es el próximo destino y allí se dirigen las huestes cidianas.
El asedio a la fortaleza es largo y terrible. El Cid manda hostigar día y noche la fortaleza con máquinas de guerra, hasta que logra rendirla. Conquistada la plaza,  comienzan a prepararla para defenderla de un futuro ataque almorávide.

Finaliza una increíble vida

Dueño de una gran parte de Valencia, para agradecer tamaña gesta, Rodrigo manda levantar, en lo que era la mezquita mayor de Valencia, una iglesia en honor a Santa María Virgen, ofreciéndole un cáliz de oro y varios tapices tejidos con seda y oro. Es el año 1098.
Había casado  a su hija Cristina con Ramiro, infante de Navarra, nieto del rey García de Pamplona e hijo del infante Sancho, muerto en la emboscada de Rueda. Su otra hija María, finalmente la casó con Ramón Berenguer, conde de Barcelona. Las futuras monarquías hispánicas, llevarán la sangre de Rodrigo.
En el verano de 1099, muere Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador. Se desconoce el motivo de su muerte, aunque con toda probabilidad no fue de manera violenta. La enfermedad que tanto había aquedado a Rodrigo, pudo haber sido la causa.
Jimena, esposa de Rodrigo, que por derecho le corresponde la herencia de su marido, se pondrá al frente de la defensa de Valencia.

Y después...

El ejército almorávide, no da tregua e intenta de nuevo la conquista de Toledo. Es la primavera de 1099. Toledo aguanta y los musulmanes han de retroceder. Al año siguiente, vuelven a la carga, Alfonso VI les sale al paso, pero los almorávides le tienen tomada la medida, Alfonso no aprende. La victoria norteafricana es total, de nuevo, pero no pueden conquistar la ciudad de Toledo.
Ahora estamos en el año 1101 y al mando del emir Mazdali, nuevas tropas almorávides cruzan el estrecho. En esta ocasión, las puntas de las flechas musulmanas dirigen su punto de mira a Valencia, la cual asedian en septiembre.  Los cidianos aguantan, llegando la primavera del 1102. Jimena pide ayuda a Alfonso VI, que no vacila y envía un ejército que hace huir a los musulmanes. Después de inspeccionar durante largo tiempo las defensas de Valencia, Alfonso toma la determinación de abandonarla. Finalmente evacúan Valencia y la queman. Los restos de Rodrigo que habían permanecido descansando en la iglesia erigida por él en Valencia, serán trasladados al monasterio de San Pedro de Cardeña .

Valencia caerá en manos almorávides.