sábado, 28 de octubre de 2017

El reino de Hacus




Pequeños apuntes

Hay una parte desconocida de la exploración y conquista hispana de América, que no ha llegado hasta nuestros días, con el protagonismo y la difusión que merece. Gracias a Fernando Martínez Laínez y Carlos Canales Torres, merced a su libro Banderas Lejanas, tenemos a nuestro alcance, la puerta al conocimiento de unos hechos increíbles, protagonizados por aquellos españoles, tan ansiosos de gloria, riqueza y evangelización.
Posesiones hispanas en norteamérica en 1810
Conocemos la desafortunada interacción, de apaches, comanches, indios pueblo…entre otros, con el hombre blanco, pero mucha gente desconoce, que los primeros europeos en avistarlos, y establecer relaciones, (en algunos casos de enfrentamiento) fueron los españoles. La monarquía hispánica llevó sus banderas a lo largo de toda la costa oeste americana, llegando a establecer un fuerte en Alaska, para defender aquellas tierras conquistadas, del avance ruso. Prácticamente la mitad sur de los actuales EEUU, fue explorada y colonizada por los españoles, estableciendo fuertes, presidios, ranchos y misiones permanentes en todo el territorio.

Exploración de las tierras del norte.

Tras la fracasada misión de exploración de Pánfilo de Narváez en Florida, los supervivientes que llegaron a México después de una larga travesía, entre ellos Cabeza de Vaca, informaron al Virrey Mendoza de que hacia el norte había ciudades con grandes riquezas, así se lo habían transmitido, decían, los habitantes que se habían encontrado en su largo periplo. Se organizó una misión de exploración y evangelización, que partió en febrero de 1540 y se dirigió hacia el norte, al frente de la cual, se puso Francisco Vázquez de Coronado, natural de Salamanca, recién nombrado gobernador de la provincia de Nueva Galicia, la provincia más al norte en aquellos días en México.

Españoles en el cañón del Colorado. Pintura de Ferrer-Dalmau
Durante la exploración, se organizaron pequeñas expediciones en varias direcciones, siendo una de ellas, al mando del sargento García López de Cárdenas la que descubrió para el hombre blanco, el gran Cañón del Colorado.
Otra de ellas, al mando del capitán Hernando de Alvarado llegó a la ciudad india de Acoma, hoy llamada también Sky City, en el estado norteamericano de Nuevo México. Habitada por indios queres del grupo Pueblo, estaba defendida de manera natural, al estar construida en una meseta elevada más de cien metros, en medio de una gran llanura. Bordeada de hendiduras y precipicios prácticamente inaccesibles, su situación había protegido durante siglos a sus habitantes. El brillo causado por el reflejo del fuego de los hogares indios sobre el ocre terroso de las casas, hizo pensar a Alvarado que estaba bañada en oro. Tras observarla de cerca, pensó que era inexpugnable. Fray Marcos de Niza había llamado al lugar, El reino de Hacus. Para fortuna de los europeos, el trato dispensado por los nativos, fue cordial.

Expedición de colonización

Exploraciones españolas
1550. Carlos I ordena no conquistar ni explorar, sin antes analizar si es posible hacerlo “sin injusticias a los indígenas que vivieren en esas tierras”. Álvaro de Zúñiga, virrey de Nueva España (parte del actual México) ordena adecuarse a estos principios en las nuevas exploraciones. Pero otra cosa era verse las caras con algunas tribus, en especial los Apache, llegados a la zona de Nuevo México y Arizona a finales del s-XIII. Considerados unos de los mejores guerreros de la historia, muy belicosos, estaban en permanente estado de guerra con la mayoría de indios de la zona, ya que eran depredadores de otras tribus.
La búsqueda de la persona adecuada para liderar la exploración y los complejos trámites burocráticos retrasaron los preparativos de la expedición hasta el año 1592. El encargado fue el sustituto de Coronado como gobernador de Nueva Galicia, Juan de Oñate, hijo de Cristobal de Oñate, compañero de Cortés. A diferencia de la exploración y conquista de Coronado, Oñate tenía la misión de colonizar, por lo que en la expedición, llevó mujeres, niños, cabras, carneros, ovejas, ganado bobino, potros, yeguas y caballos. Además comida de toda clase, papel y tinta, medicinas, muebles y repuesto para vehículos de ruedas. Después de mucho preparativo, la expedición se pone en marcha en enero de 1598.

La ciudad de las nubes

Ciudad de Acoma en la actualidad
Una vez en tierras de la actual Nuevo México, Oñate fundó San Gabriel el mismo 1598, a más de mil kilómetros de cualquier asentamiento español. Consideró que era un buen lugar, ya que no veía oposición de las tribus de la zona, a la presencia de los españoles. De allí partieron en misión de exploración hacia las llanuras del este. A finales de octubre, llegaron a Acoma, la ciudad de las nubes. Fueron recibidos con amabilidad y promesas de amistad. Invitados a subir, Oñate dejó una parte de la expedición abajo, en un improvisado campamento, y se dispuso a subir con una decena de sus hombres. El acceso era a través de estrechos senderos que daban directamente al vacío. Casas de varios pisos con terrazas, y estanques para recoger el agua de la lluvia, recibieron a los europeos. Para acceder a la sala del consejo de la ciudad, hubieron de pasar por una cámara, donde había una escalera que daba a una oscura habitación. Invitaron a entrar a Oñate, pero éste receló. Probablemente aquello era una trampa para descabezar la expedición, pero la intuición de Oñate, quizás le salvó de una probable muerte. Si la intención de los indios era mala, desistieron de un plan B. Mostraron el resto de ciudad a los españoles y les acompañaron hasta la base de la montaña.

La trampa de Hacus

Encuentro de españoles con nativos norteamericanos
Juan de Zaldívar, asistente personal de Oñate, había salido en expedición de avanzadilla antes que su comandante en jefe, para explorar la zona. Volvió a San Gabriel, donde se abasteció, y a mediados de noviembre, siguió los pasos de Oñate, llegando al reino de Hacus, a comienzos de diciembre. Los queres de Acoma les acogieron con la misma amabilidad que habían sido recibidas las dos expediciones españolas anteriores, y como a Oñate, se les invitó a subir a la ciudad de los cielos. Zadívar, receloso, aceptó. Dejó a 14 hombres con los caballos y 16 le acompañaron por los estrechos senderos hacia la cima. Una vez en la ciudad, fueron separados a modo de distracción para, en el momento en que el líder de los queres decidió, abalanzarse sobre los soldados que permanecían dispersos por la ciudad. La lucha fue desigual, los soldados españoles, sorprendidos, fueron cayendo poco a poco, sucumbiendo ante la desigual lucha de fuerzas. Pero los queres no se enfrentaban a soldados corrientes, ante ellos, tenían a los herederos de más de quinientos años de lucha, a los soldados de un reino que se enseñoreaba por los campos de batalla europeos. Al grito de “Castilla” y “Santiago”, los supervivientes fueron reuniéndose, dando mandobles de espada, cuchilladas y puñetazos, dejando a su paso grandes pérdidas para los queres. Cinco supervivientes, ya reunidos, probaron a bajar por el sendero, pero les cerraron el paso, quedando acorralados entre un precipicio y el enemigo. Heridos y fatigados, les quedaba la opción de morir luchando o lanzarse a un vacío de unos 40m. Quizás las dunas del desierto hicieron de colchón, pero lo cierto es que sólo uno de los soldados murió en el salto. En la base, sus compañeros, horrorizados ante tamaño salto y por lo que sospechaban estaba sucediendo en la cima, acudieron en ayuda de los caídos, poniéndolos a salvo bajo los riscos. Allí quedaron acampados durante días, en espera de la recuperación de los heridos. En previsión de un ataque, montaron guardia hasta que encontraron el momento adecuado para huir del lugar. Una vez fuera de peligro, se dividieron, viajando un grupo con los heridos a San Gabriel, para alertar a la ciudad de la rebelión de los indios, otro salió en busca de los misioneros de la zona, para prevenirles, y un tercero marchó tras Oñate, para informarle de la situación.

La conquista del reino de los cielos

Oñate sabía que el ataque no podía quedar impune, el resto de tribus indias podían unirse a la rebelión, complicando gravemente la situación del asentamiento español en la zona. Vicente Zaldívar, sargento mayor, hermano de Juan, muerto en la cima de la ciudad quere, quiso ponerse al mando de las tropas que acudirían a Acoma para castigar la rebelión. En enero de 1599, 70 hombres al mando de Vicente Zaldívar, pusieron rumbo a la inexpugnable cima.
Pintura de la lucha en Acoma entre queres y españoles
Centenares de guerreros pintados de negro, les esperaban en las alturas de Acoma, aullando como lobos en modo desafío. Habían acudido en ayuda de la defensa de la ciudad un grupo de Navajo. El heraldo español se aproximó, reclamando la entrega de los culpables de la muerte de Zaldívar y sus soldados. Hasta tres veces hizo el reclamo en nombre del rey, encontrando insultos y amenazas como respuesta. Los españoles acamparon en las faldas de la cima, protegidos. Durante la noche, 12 hombres pintados totalmente de negro para pasar desapercibidos, con todo el material metálico engrasado para no hacer ruído, comenzaron la ascensión del pedrero que portaba la expedición, además de espadas, dagas, cotas, corazas y arcabuces. Al alba del 22 de enero, los mosqueteros y arcabuceros españoles, iniciaron las hostilidades en el lado norte de la roca a modo de distracción, sin mucha efectividad, debido a la larga distancia. Mientras se desarrollaba la batalla en el lado norte, los movimientos del pedrero y los hombres que lo portaban no fueron descubiertos por los defensores, hasta que al atardecer, el cañón comenzó a disparar, destrozando las paredes de adobe de las casas en las que impactaban los proyectiles. Talando durante la noche unos pinos, construyeron una pasarela que usaron durante la madrugada del día 23 para pasar un tajo que impedía el avance; por lo que un grupo pudo pasar al otro lado, con la desgracia de que una cuerda fue cortada y la pasarela quedó colgando. El grupo quedó aislado, a merced del grueso de los defensores, que les atacó sin cuartel. Sucumbiendo ante la desproporción de fuerzas, el grupo tenía las de perder, hasta que Gaspar Pérez de Villagrá viendo que sus compañeros, al otro lado, iban a caer derrotados, dio un salto increíble, alcanzando a los acorralados, donde consiguió coger la cuerda con la que volvieron a unir los dos extremos de la pasarela, gracias a la cobertura de los desfallecidos hombres que permanecían aislados. Restablecido el paso, el grueso de las fuerzas se unió a la avanzadilla española, entablándose un combate desigual de 1 contra 10, donde la habilidad con la espada y las protecciones corporales españolas, se fueron imponiendo, a pesar de la inferioridad numérica. Los queres, viéndose derrotados, se replegaron, refugiándose en las casas de la ciudad. La contienda en el exterior, había finalizado. Los nativos, recluidos, quizás esperaban la marcha de aquellos terribles guerreros. Pero de nuevo, tuvieron que escuchar la voz del heraldo español que les invitaba a la rendición. Tres veces se ofreció, las mismas que se rechazó.  Puerta por puerta, casa por casa, así debieron proceder, para terminar de desbaratar la obstinada defensa del lugar. La lucha fue sangrienta. El pedrero abría hueco en las casas a cañonazos, y los soldados entraban por el hueco abierto para acabar con los defensores. Muchas casas se desplomaron, otras ardieron, para acabar también desplomadas, el humo inundaba toda la ciudad. Muchos saltaron al vacío para salvarse, prefiriéndolo a la rendición. La tarde del 24 los agotados defensores pidieron tregua. Rendidos al cansancio también, los españoles la agradecieron y aceptaron. Los responsables de la muerte de Juan Zaldívar habían muerto, por lo que se consideró que el castigo había sido suficiente. La ciudad quedó completamente arrasada, la mitad de los 1000 defensores, habían muerto.

Juan de Oñate
La noticia de la caída de la ciudad de las nubes se propagó por todo el valle. Los indios Pueblo, preparados para atacar San Gabriel, pensaron que quizás no era tan buena idea, aquellos barbudos, quizás tenían un dios muy poderoso. Oñate supo de la victoria española, al recibir la visita de las tribus Pueblo de la zona, para declarar su sumisión a la corona. Las tropas de Zaldívar llegaron a San Gabriel con sólo dos muertos, siendo uno de ellos por fuego amigo, pero todos llegaban heridos. Con ellos trajeron ochenta muchachas de Acoma, para que fuesen educadas en conventos de México.

Perpetua Acoma

La ciudad de Acoma se recuperó pronto de aquello, pronto fue reconstruida. En 1629, fray Juan Ramírez se acercó para fundar una misión, pero fue recibido por una lluvia de flechas. En la base de la cima, esperaba, cuando vio caer una niña que, asomada en el borde para observar la escena, cayó al vacío, rebotando en las dunas y rodando hasta la base de la piedra, donde se refugiaba el fraile. Milagrosamente sobrevivió, y fray Ramírez la recogió y la subió a la cima. Los indios entonces, acogieron al fraile, que fundó una misión, evangelizó a los queres, y construyeron una iglesia. Les enseñó castellano y cuando murió, los habitantes de Acoma eran los más civilizados de todos los indios. En 1680, los indios Pueblo se rebelaron contra los españoles, los queres se unieron a la rebelión. Destruyeron la iglesia y mataron a fray Lucas Maldonado, sucesor de fray Ramírez.
En 1692 los españoles restablecieron el orden, pero en 1696 se inició otra rebelión. En 1700, los queres accedieron a reconstruir la misión española, y se volvió a reedificar la iglesia. A día de hoy, ejemplariza el tesón español por evangelizar. En 1728 se produjo la última rebelión de la ciudad, sofocada sin muchos problemas. Durante el s-XVIII los Pueblo se integraron en la cultura occidental, manteniendo sus tradiciones. Cuando los norteamericanos llegaron a la zona, se encontraron con una comunidad de indios pacíficos e integrados que, junto a los Navajo, son los más numerosos hoy en día en los EEUU. Convertida en monumento nacional, Acoma sigue habitada, y sus pobladores usan el sendero donde fray Juan fue atacado. Lo llaman el camino del padre.
Poblado actual de Acoma, con la iglesia al fondo.

Cuentan a los turistas que hace 400 años, 2000 españoles arribaron a la ciudad, y masacraron a los indefensos indios. En el año 2009, el embajador español selló la paz con los ancianos de la ciudad, en la iglesia de Acoma.