Pequeños apuntes
Hay una parte desconocida de la exploración y conquista
hispana de América, que no ha llegado hasta nuestros días, con el protagonismo
y la difusión que merece. Gracias a Fernando Martínez Laínez y Carlos Canales
Torres, merced a su libro Banderas Lejanas, tenemos a nuestro alcance, la
puerta al conocimiento de unos hechos increíbles, protagonizados por aquellos
españoles, tan ansiosos de gloria, riqueza y evangelización.
Posesiones hispanas en norteamérica en 1810 |
Conocemos la desafortunada interacción, de apaches,
comanches, indios pueblo…entre otros, con el hombre blanco, pero mucha gente
desconoce, que los primeros europeos en avistarlos, y establecer relaciones,
(en algunos casos de enfrentamiento) fueron los españoles. La monarquía
hispánica llevó sus banderas a lo largo de toda la costa oeste americana,
llegando a establecer un fuerte en Alaska, para defender aquellas tierras
conquistadas, del avance ruso. Prácticamente la mitad sur de los actuales EEUU,
fue explorada y colonizada por los españoles, estableciendo fuertes, presidios,
ranchos y misiones permanentes en todo el territorio.
Exploración de las tierras del norte.
Tras la fracasada misión de exploración de Pánfilo de
Narváez en Florida, los supervivientes que llegaron a México después de una
larga travesía, entre ellos Cabeza de Vaca, informaron al Virrey Mendoza de que
hacia el norte había ciudades con grandes riquezas, así se lo habían
transmitido, decían, los habitantes que se habían encontrado en su largo
periplo. Se organizó una misión de exploración y evangelización, que partió en
febrero de 1540 y se dirigió hacia el norte, al frente de la cual, se puso
Francisco Vázquez de Coronado, natural de Salamanca, recién nombrado gobernador
de la provincia de Nueva Galicia, la provincia más al norte en aquellos días en
México.
Españoles en el cañón del Colorado. Pintura de Ferrer-Dalmau |
Otra de ellas, al mando del capitán Hernando de Alvarado
llegó a la ciudad india de Acoma, hoy llamada también Sky City, en el estado
norteamericano de Nuevo México. Habitada por indios queres del grupo Pueblo,
estaba defendida de manera natural, al estar construida en una meseta elevada
más de cien metros, en medio de una gran llanura. Bordeada de hendiduras y
precipicios prácticamente inaccesibles, su situación había protegido durante
siglos a sus habitantes. El brillo causado por el reflejo del fuego de los
hogares indios sobre el ocre terroso de las casas, hizo pensar a Alvarado que
estaba bañada en oro. Tras observarla de cerca, pensó que era inexpugnable.
Fray Marcos de Niza había llamado al lugar, El reino de Hacus. Para fortuna de
los europeos, el trato dispensado por los nativos, fue cordial.
Expedición de colonización
Exploraciones españolas |
1550. Carlos I ordena no conquistar ni explorar, sin antes
analizar si es posible hacerlo “sin injusticias a los indígenas que vivieren en
esas tierras”. Álvaro de Zúñiga, virrey de Nueva España (parte del actual
México) ordena adecuarse a estos principios en las nuevas exploraciones. Pero otra
cosa era verse las caras con algunas tribus, en especial los Apache, llegados a
la zona de Nuevo México y Arizona a finales del s-XIII. Considerados unos de
los mejores guerreros de la historia, muy belicosos, estaban en permanente
estado de guerra con la mayoría de indios de la zona, ya que eran depredadores
de otras tribus.
La búsqueda de la persona adecuada para liderar la
exploración y los complejos trámites burocráticos retrasaron los preparativos
de la expedición hasta el año 1592. El encargado fue el sustituto de Coronado
como gobernador de Nueva Galicia, Juan de Oñate, hijo de Cristobal de Oñate,
compañero de Cortés. A diferencia de la exploración y conquista de Coronado,
Oñate tenía la misión de colonizar, por lo que en la expedición, llevó mujeres,
niños, cabras, carneros, ovejas, ganado bobino, potros, yeguas y caballos.
Además comida de toda clase, papel y tinta, medicinas, muebles y repuesto para
vehículos de ruedas. Después de mucho preparativo, la expedición se pone en
marcha en enero de 1598.
La ciudad de las nubes
Ciudad de Acoma en la actualidad |
Una vez en tierras de la actual Nuevo México, Oñate fundó
San Gabriel el mismo 1598, a más de mil kilómetros de cualquier asentamiento
español. Consideró que era un buen lugar, ya que no veía oposición de las
tribus de la zona, a la presencia de los españoles. De allí partieron en misión
de exploración hacia las llanuras del este. A finales de octubre, llegaron a
Acoma, la ciudad de las nubes. Fueron recibidos con amabilidad y promesas de
amistad. Invitados a subir, Oñate dejó una parte de la expedición abajo, en un
improvisado campamento, y se dispuso a subir con una decena de sus hombres. El
acceso era a través de estrechos senderos que daban directamente al vacío.
Casas de varios pisos con terrazas, y estanques para recoger el agua de la
lluvia, recibieron a los europeos. Para acceder a la sala del consejo de la ciudad,
hubieron de pasar por una cámara, donde había una escalera que daba a una
oscura habitación. Invitaron a entrar a Oñate, pero éste receló. Probablemente
aquello era una trampa para descabezar la expedición, pero la intuición de
Oñate, quizás le salvó de una probable muerte. Si la intención de los indios
era mala, desistieron de un plan B. Mostraron el resto de ciudad a los
españoles y les acompañaron hasta la base de la montaña.
La trampa de Hacus
Encuentro de españoles con nativos norteamericanos |
Juan de Zaldívar, asistente personal de Oñate, había salido
en expedición de avanzadilla antes que su comandante en jefe, para explorar la
zona. Volvió a San Gabriel, donde se abasteció, y a mediados de noviembre,
siguió los pasos de Oñate, llegando al reino de Hacus, a comienzos de
diciembre. Los queres de Acoma les acogieron con la misma amabilidad que habían
sido recibidas las dos expediciones españolas anteriores, y como a Oñate, se
les invitó a subir a la ciudad de los cielos. Zadívar, receloso, aceptó. Dejó a
14 hombres con los caballos y 16 le acompañaron por los estrechos senderos
hacia la cima. Una vez en la ciudad, fueron separados a modo de distracción
para, en el momento en que el líder de los queres decidió, abalanzarse sobre
los soldados que permanecían dispersos por la ciudad. La lucha fue desigual,
los soldados españoles, sorprendidos, fueron cayendo poco a poco, sucumbiendo
ante la desigual lucha de fuerzas. Pero los queres no se enfrentaban a soldados
corrientes, ante ellos, tenían a los herederos de más de quinientos años de
lucha, a los soldados de un reino que se enseñoreaba por los campos de batalla
europeos. Al grito de “Castilla” y “Santiago”, los supervivientes fueron
reuniéndose, dando mandobles de espada, cuchilladas y puñetazos, dejando a su
paso grandes pérdidas para los queres. Cinco supervivientes, ya reunidos,
probaron a bajar por el sendero, pero les cerraron el paso, quedando
acorralados entre un precipicio y el enemigo. Heridos y fatigados, les quedaba
la opción de morir luchando o lanzarse a un vacío de unos 40m. Quizás las dunas
del desierto hicieron de colchón, pero lo cierto es que sólo uno de los
soldados murió en el salto. En la base, sus compañeros, horrorizados ante
tamaño salto y por lo que sospechaban estaba sucediendo en la cima, acudieron
en ayuda de los caídos, poniéndolos a salvo bajo los riscos. Allí quedaron
acampados durante días, en espera de la recuperación de los heridos. En
previsión de un ataque, montaron guardia hasta que encontraron el momento
adecuado para huir del lugar. Una vez fuera de peligro, se dividieron, viajando
un grupo con los heridos a San Gabriel, para alertar a la ciudad de la rebelión
de los indios, otro salió en busca de los misioneros de la zona, para
prevenirles, y un tercero marchó tras Oñate, para informarle de la situación.
La conquista del reino de los cielos
Oñate sabía que el ataque no podía quedar impune, el resto
de tribus indias podían unirse a la rebelión, complicando gravemente la
situación del asentamiento español en la zona. Vicente Zaldívar, sargento
mayor, hermano de Juan, muerto en la cima de la ciudad quere, quiso ponerse al
mando de las tropas que acudirían a Acoma para castigar la rebelión. En enero
de 1599, 70 hombres al mando de Vicente Zaldívar, pusieron rumbo a la
inexpugnable cima.
Pintura de la lucha en Acoma entre queres y españoles |
Centenares de guerreros pintados de negro, les esperaban en
las alturas de Acoma, aullando como lobos en modo desafío. Habían acudido en
ayuda de la defensa de la ciudad un grupo de Navajo. El heraldo español se
aproximó, reclamando la entrega de los culpables de la muerte de Zaldívar y sus
soldados. Hasta tres veces hizo el reclamo en nombre del rey, encontrando
insultos y amenazas como respuesta. Los españoles acamparon en las faldas de la
cima, protegidos. Durante la noche, 12 hombres pintados totalmente de negro
para pasar desapercibidos, con todo el material metálico engrasado para no
hacer ruído, comenzaron la ascensión del pedrero que portaba la expedición,
además de espadas, dagas, cotas, corazas y arcabuces. Al alba del 22 de enero,
los mosqueteros y arcabuceros españoles, iniciaron las hostilidades en el lado
norte de la roca a modo de distracción, sin mucha efectividad, debido a la
larga distancia. Mientras se desarrollaba la batalla en el lado norte, los movimientos
del pedrero y los hombres que lo portaban no fueron descubiertos por los
defensores, hasta que al atardecer, el cañón comenzó a disparar, destrozando
las paredes de adobe de las casas en las que impactaban los proyectiles.
Talando durante la noche unos pinos, construyeron una pasarela que usaron
durante la madrugada del día 23 para pasar un tajo que impedía el avance; por
lo que un grupo pudo pasar al otro lado, con la desgracia de que una cuerda fue
cortada y la pasarela quedó colgando. El grupo quedó aislado, a merced del
grueso de los defensores, que les atacó sin cuartel. Sucumbiendo ante la
desproporción de fuerzas, el grupo tenía las de perder, hasta que Gaspar Pérez
de Villagrá viendo que sus compañeros, al otro lado, iban a caer derrotados,
dio un salto increíble, alcanzando a los acorralados, donde consiguió coger la
cuerda con la que volvieron a unir los dos extremos de la pasarela, gracias a
la cobertura de los desfallecidos hombres que permanecían aislados.
Restablecido el paso, el grueso de las fuerzas se unió a la avanzadilla
española, entablándose un combate desigual de 1 contra 10, donde la habilidad
con la espada y las protecciones corporales españolas, se fueron imponiendo, a
pesar de la inferioridad numérica. Los queres, viéndose derrotados, se
replegaron, refugiándose en las casas de la ciudad. La contienda en el
exterior, había finalizado. Los nativos, recluidos, quizás esperaban la marcha
de aquellos terribles guerreros. Pero de nuevo, tuvieron que escuchar la voz del
heraldo español que les invitaba a la rendición. Tres veces se ofreció, las
mismas que se rechazó. Puerta por puerta,
casa por casa, así debieron proceder, para terminar de desbaratar la obstinada
defensa del lugar. La lucha fue sangrienta. El pedrero abría hueco en las casas
a cañonazos, y los soldados entraban por el hueco abierto para acabar con los
defensores. Muchas casas se desplomaron, otras ardieron, para acabar también
desplomadas, el humo inundaba toda la ciudad. Muchos saltaron al vacío para
salvarse, prefiriéndolo a la rendición. La tarde del 24 los agotados defensores
pidieron tregua. Rendidos al cansancio también, los españoles la agradecieron y
aceptaron. Los responsables de la muerte de Juan Zaldívar habían muerto, por lo
que se consideró que el castigo había sido suficiente. La ciudad quedó
completamente arrasada, la mitad de los 1000 defensores, habían muerto.
Juan de Oñate |
Perpetua Acoma
La ciudad de Acoma se recuperó pronto de aquello, pronto fue
reconstruida. En 1629, fray Juan Ramírez se acercó para fundar una misión, pero
fue recibido por una lluvia de flechas. En la base de la cima, esperaba, cuando
vio caer una niña que, asomada en el borde para observar la escena, cayó al
vacío, rebotando en las dunas y rodando hasta la base de la piedra, donde se
refugiaba el fraile. Milagrosamente sobrevivió, y fray Ramírez la recogió y la
subió a la cima. Los indios entonces, acogieron al fraile, que fundó una
misión, evangelizó a los queres, y construyeron una iglesia. Les enseñó
castellano y cuando murió, los habitantes de Acoma eran los más civilizados de
todos los indios. En 1680, los indios Pueblo se rebelaron contra los españoles,
los queres se unieron a la rebelión. Destruyeron la iglesia y mataron a fray
Lucas Maldonado, sucesor de fray Ramírez.
En 1692 los españoles restablecieron
el orden, pero en 1696 se inició otra rebelión. En 1700, los queres accedieron
a reconstruir la misión española, y se volvió a reedificar la iglesia. A día de
hoy, ejemplariza el tesón español por evangelizar. En 1728 se produjo la última
rebelión de la ciudad, sofocada sin muchos problemas. Durante el s-XVIII los
Pueblo se integraron en la cultura occidental, manteniendo sus tradiciones.
Cuando los norteamericanos llegaron a la zona, se encontraron con una comunidad
de indios pacíficos e integrados que, junto a los Navajo, son los más numerosos
hoy en día en los EEUU. Convertida en monumento nacional, Acoma sigue habitada,
y sus pobladores usan el sendero donde fray Juan fue atacado. Lo llaman el
camino del padre.Poblado actual de Acoma, con la iglesia al fondo. |
Cuentan a los turistas que hace 400 años, 2000 españoles
arribaron a la ciudad, y masacraron a los indefensos indios. En el año 2009, el
embajador español selló la paz con los ancianos de la ciudad, en la iglesia de
Acoma.